Las “Señoras del Pulque”: ser mujer en un oficio predominado por hombres

Texto: Luz Cecilia Andrade y Mónica Cruz

Fotos: Mónica Cruz y cortesía de Carmelita Ramos

Desde tiempos precolombinos, la presencia de las mujeres en la comercialización, producción y consumo del pulque ha existido tanto como la presencia de los hombres, aunque pueda pensarse lo contrario. En la leyenda mexica, Mayahuel es la diosa del maguey que enseñó a los humanos a elaborar la tradicional bebida.

Actualmente, las comerciantas, tlachiqueras, productoras, consumidoras de pulque y hasta protectoras del maguey que lo produce tienen un papel fundamental en la reproducción de este brebaje, el cual trae consigo expresiones culturales milenarias y, consigo, estrategias femeninas de subsistencia.

Hasta el momento no existe una cifra exacta de cuántas mujeres dedicadas al pulque existen en el Valle de México. Sin embargo, con el afán de aportar para que dichas historias no se olviden, compartimos tres entrevistas a mujeres dedicadas al negocio y promoción de la bebida milenaria, cuyos espacios han sido predominantemente masculinos.

No se nos olvida que siguen existiendo y resistiendo las imponentes “Señoras del Pulque”.

Doña Clarita, mujer de carácter en La Pescadora

Doña Clarita repartiendo los curados del día en La Pescadora. Foto: Mónica Cruz

Clarita Hernández Contreras se peina, maquilla y adorna como si todos los días al salir de su casa fuera a una celebración a la cual hay que lucir presentable, porque para ella así hay que ir al trabajo.

Desde hace 30 años se dedica no sólo a curar el pulque y venderlo, también guisa la comida que se sirve en la pulquería, cotorrea con la clientela, la regaña, y hasta realiza trabajos de limpieza que incluyen sacar borrachos con sus propias manos cuando la ocasión lo amerita.

Nada se le escapa, todo lo observa. Tal vez esa sea la razón por la que toda la gente que llega a la pulquería La Pescadora le tiene aprecio.

Desde los 12 años Doña Clarita aprendió a beber pulque con su padre y su hermano en las pulquerías y calles de la alcaldía Magdalena Contreras, donde “en aquellos años de juventud” paseaban mujeres con sus burros de carga vendiendo blanco y curados.

El primer acercamiento que tuvo a la venta del pulque fue durante su adolescencia y parte de su adultez, cuando salía por su propia cuenta a visitar las pulquerías de su barrio. La ahora extinta Reina Xóchitl en Gómez Farías fue el primer establecimiento que le brindó un trabajo similar al que ahora tiene.

En aquellos años era costumbre que los hombres y mujeres tuvieran departamentos separados para beber pulque y, Clarita, de a poco, fue ingresando al lugar destinado sólo a los hombres.

—Yo me pasaba. Lavaba todos los vasos, limpiaba todo y regresaba rápido —recuerda con picardía.

A Doña Clarita le gusta convivir con todas y todos sus clientes. Foto: Mónica Cruz

El hecho de ser una de las pocas mujeres permitidas en el departamento masculino la orilló a hacerse de un carácter fuerte, para así dejarle claro a cualquiera que quisiera “pasarse de listo” con ella, que eso no iba a ocurrir.

—Tuve un poco de problemas porque en aquel entonces estaba yo más joven y no faltaba el galán. Sí me llegué a dar en la torre con dos o tres, pero hoy en día todos son muy respetuosos conmigo —comparte, recordando algunos percances que vivió.

Recargada sobre la barra de los pulques menciona que sus treinta años de experiencia le han demostrado que sí existe diferencia en el trato que hay entre hombres y mujeres a la hora de comerciar el pulque y convivir en ambientes donde hay bebidas alcohólicas de por medio. 

Hoy Doña Clarita es la única integrante de su familia que se dedicada a la venta y comercialización del pulque, sin embargo, eso no la desanima porque siempre tiene una invitación en la boca para todas y todos aquellos que quieran probar y compartir lo que a ella más le gusta.

“En un mundo de cuatro hombres salgo yo: una tlachiquera en Singuilucan

Carmelita junto a la diosa Mayahuel y uno de sus magueyes. Foto: Cortesía

—Nací aquí, en una tina de pulque.

Tenía entre 12 y 13 años cuando Carmelita Ramos, tlachiquera del Tinacal Los Tuzos de Singuilucan, Hidalgo, comenzó a entender cómo se extraía el pulque. Ahora con 28 años y una carrera en Arquitectura, su vida transcurre entre magueyes y el puro gusto de rasparlos.

Desde el otro lado del auricular, con voz pausada y segura, cuenta que el negocio del pulque ha sido el sustento de su familia por tres generaciones. Su interés por hacerse de sus propios magueyes fue lo que la impulsó a manejar ella misma el terreno que heredó de su abuelo.

“Antes no era como ahora”, expresa Carmelita, quien desde su niñez vivió el ritual del pulque como algo cotidiano. Fueron muchas las ocasiones en las que su padre la convenció a ella y a su hermano de acompañarlo desde temprano a colectar el aguamiel con la promesa de obtener un atole y una torta de tamal como recompensa.

Esa era su motivación y lo hacían con gusto a pesar de las frías mañanas hidalguenses. Sin embargo, conforme pasaron los años, Carmelita vió también “el otro lado de la moneda”, ese en el que no quería que ella o sus primas estuvieran cerca cuando los hombres se divertían y albureaban con un pulque de por medio.

—Siempre que estábamos en el tinacal nos decían “¿no tienes nada que hacer en tu casa?”, era así como de “ya váyanse, ustedes no tienen porqué estar acá”.

Además, cuando recién se integraba al proceso de preparación, llegó a escuchar sobre el “daño” que le hacían las mujeres al pulque, sobre todo con la menstruación. Entre risas explica que ninguno de esos mitos es real, al contrario, para su abuelo, el hombre de más experiencia produciendo pulque, el maguey es más sociable con la mujer y “se deja querer más”. Con los cuidados necesarios, el pulque sale.  

Ahora, considera, hay gente más joven en el mundo del pulque, que respeta que ella esté detrás de la organización, aunque en una sociedad como la mexicana que juzga duramente el trabajo de las mujeres más que el de los hombres, aún queda mucho por cambiar. 

—Todavía hay gente, principalmente hombres, que me dicen “¿de verdad lo sabes hacer? [raspar el maguey]”. Llegaba el momento en el que me daban el raspador y el acocote así como de “a ver, quiero ver”, y pues lo hacía. Ya después entendí que no tengo que demostrárselo a nadie, lo sé hacer.

Después de cinco años de experiencia, ella no permite que nadie le diga cómo hacer su trabajo.

Carmelita raspando el maguey. Foto: Cortesía

Pese a todos los momentos incómodos que ha vivido como tlachiquera, Carmelita desea que tanto mujeres como hombres se interesen por lo que la tierra les provee, lo que el maguey les da para que lo sigan cultivando, para darle valor no solo económico, sino también cultural y “que siga resistiendo el maguey”.

Con orgullo, concluye que para ella es importante formar parte del grupo de mujeres que siguen preservando esta herencia. En el Valle del Mezquital, los hombres preparan el maguey y las mujeres lo raspan y recolectan el aguamiel; en Ecuador pasa lo mismo, por eso se nota la alegría en su voz cuando dice que “en un mundo de mujeres tlachiqueras, me gusta saber que yo soy una de ellas”.

La “Reinota de Chimalhuacán

«La Reinota de Chimalhuacán» en un día normal de trabajo. Foto: Mónica Cruz

Entre mesas llenas de hombres con tarros rebosados de pulque, una advertencia fuerte y clara se abre paso:

—No se metan con las muchachas, cabrones, o me los madreo. La voz proviene de una mujer “sin pelos en la lengua”, cuya franqueza es más grande que la de cualquiera dentro del establecimiento.

Canciones de Pedro Infante, Yuridia y Camilo Sesto acompañan el bullicioso negocio que atiende María Rosa García. Se trata de El Tejabán, una pulquería ubicada en los límites de Nezahualcóyotl y Chimalhuacán, en el Estado de México. 

En medio del escándalo festivo que caracteriza aquellos lugares, María Rosa rememora cómo ella y su esposo comenzaron vendiendo pulque a las orillas del canal del Bordo de Xochiaca, cuando Chimalhuacán no tenía todavía avenidas principales. Ofrecían la bebida en una construcción pequeña de láminas de cartón con asientos de piedra: un “tejabancito”. Por eso decidieron nombrar a su negocio de esa manera.

Como pasa con mucha gente, las dificultades económicas han sido obstáculos en la vida de doña Rosa y su familia, sin embargo, se las ha ingeniado para poder darle educación y una buena vida a sus hijas e hijo.

—Fui una mujer que nunca me gustó quedarme en el hogar, sino salir adelante con mi esposo —asegura.

Fue por esto que hace 11 años decidió integrarse al negocio, el cual había sido manejado por la familia de su marido desde hace 35 años.

Durante el tiempo que lleva ttabajando, Rosa García ha experimentado la complicada tarea de atender una pulquería siendo mujer. Le ha tocado desde recibir actitudes morbosas por parte de clientes hombres porque “malinterpretan las cosas”, hasta defender a sus clientas más jóvenes del acoso sexual. En consecuencia, ellas le han llamado “La Reinota de Chimalhuacán”.

—Soy madre de dos hijas y sé que como muchachas que van a la universidad tienen derecho de entrar a lugares como los hombres. Antes nos ponían límites: dónde sí podíamos entrar y dónde no. Con base en ello, el dueño debe poner un orden. No porque sea bar, porque sea pulquería se va a faltar al respeto.

Doña Rosa preparando los curados en su establecimiento El Tejabán. Foto: Mónica Cruz

“La Reinota” considera que no hay otra forma de estar en paz en el local porque “el briago es briago, pero no pendejo”. Un temple contundente siempre es necesario, hay que sacar cierto carácter para que los hombres agresivos puedan ver que no se es noble. Así, en sus palabras, “se gana una el respeto”.

Doña Rosa quisiera que su negocio fuese recordado como un lugar en el que pueden convivir a gusto hombres y mujeres, donde la gente llegue a pasar buenos momentos con pulque en mano sin distinguir géneros ni sexos, porque si algo le ha enseñado estar a cargo de un establecimiento así, es a no juzgar a nadie por las apariencias ni por las actividades que realice para vivir.

—Aquí me han llegado esas mujeres [trabajadoras sexuales] con hombres, ellos queriendo humillarlas. Para mí es una ofensa. Aquí en este negocio se le debe de dar un respeto porque ellas trabajan por necesidad. Y si lo hacen por gusto, también se respeta —dice convencida.

La nombrada “Reinota de Chimalhuacán” agradece que cada vez más se reconozca a las mujeres en todos los aspectos de la vida, incluido el mundo del pulque, y espera que la paz habite siempre en su querido negocio que con tanto esfuerzo ha logrado consolidar con su familia.

Desde este espacio nombramos a más mujeres pulqueras y reconocemos sus resistencias desde cada uno de sus espacios:

  • Brisa Fernanda Flores
  • Laura Alejandra Leyva Ramirez
  • Patricia Angela Cardoso
  • Angelica Gonzalez
  • Vicki Roots
  • Pulques Doña Cande
  • Mons Ixchel
  • Lorein Chavez
  • Yoya García
  • Bianca Yessica Cruz
  • Joyce Belén
  • Yadira Kuakepehua Ramírez
  • Zaira Villarreal
  • Dianísima Mayahuel Archundia

Autor: Voces de Quimeras

Voces de Quimeras es una revista digital y un portal dedicado a crear contenidos en torno a temas relacionados con las mujeres y los espacios construidos por ellas.

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