Texto: Luz Cecilia Andrade
Ilustraciones: Valentina Orozco
Valentina Orozco supo que lo suyo era dibujar desde su infancia, cuando era reprendida en el colegio por dibujar sus pensamientos en vez de escribirlos. Las paredes, el carro, el piso se convirtieron en la hoja en blanco que ella quería llenar. Sin embargo, fue tiempo después, durante su adolescencia y adultez, que sus ilustraciones encontraron temas y objetivos claros que tuvieron mensajes en común sobre movimientos sociales, sentimientos y la humanidad en sus distintas aristas.
“Todo empezó porque hubo una serie de convocatorias en la Feria de Emprendimiento aquí en mi ciudad en la que se metían varios ilustradores. Yo en ese entonces no era ilustradora, pero empecé a hacer stickers. Recuerdo que la temática que hacía en ese entonces, en 2017, era tema afro porque me gustaba, porque siempre me han gustado los movimientos sociales. Ahí empezó todo.»

Nacida en Barranquilla, Colombia, hace 22 años, Valentina se describe a sí misma como una persona sumamente emocional, introvertida y tímida que se expresa mejor a través del lápiz. Actualmente es estudiante de último semestre de la licenciatura de Diseño Gráfico en la Facultad de Arte, Arquitectura y Diseño en la Universidad Autónoma del Caribe.
Comenta con voz pausada y cálida que su aventura por la ilustración empezó en su niñez, pero no fue hasta que entró a una academia de arte durante un semestre sabático —previo a entrar a la universidad—, que empezó a estudiar dibujo académico, es decir, dibujo realista. En ese lugar, su técnica, así como los mensajes que quería transmitir se fortalecieron poco a poco con ayuda de dos profesores y artistas visuales que la apoyaron y orientaron.

Tras vivir esta experiencia con el dibujo, estudiar Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma del Caribe parecía la mejor opción. Valentina comenta que lo que estudia como tal no es arte, pero las herramientas que ha aprendido le han permitido experimentar con otros soportes creativos para seguir ilustrando sus ideas.
De forma paralela a su carrera y autodescubrimiento, ha participado en múltiples proyectos culturales y sociales donde ha compartido su arte a pesar de su timidez. Los primeros espacios donde mostró sus trabajos fue en las Ferias de emprendimiento de Barranquilla, Colombia, donde se fue dando a conocer. Posteriormente, su trabajo fue publicado en varios medios y revistas impresas como el periódico Quince 16 de su universidad, y el diario El espectador, famoso en Colombia.
Valentina pasó de mostrar su trabajo en las Ferias de emprendimiento y medios impresos, a ilustrar la portada y parte del interior del primer libro de la Editorial Mackandal de Barranquilla, titulado “Palabras pesadas” de la escritora Bertha C. Ramos.
Durante todo este periodo, la ilustradora fue puliendo y encontrando un estilo propio que poco a poco se fue enriqueciendo con la experiencia y el mensaje que quería transmitir.
“El negro, las estrellas, los brillos, la luna, todos esos elementos que yo los considero como una esencia, mía y de mi arte. Empezaron porque a mí me gustaba mucho el universo. Yo siento que el universo es un todo y nosotros hacemos parte de ese todo, en el que también todos estamos conectados con todo”, comenta.
Movimientos sociales y humanidad
Durante años Valentina ha traducido todo lo que pasa en su vida y sus alrededores a ilustraciones. “Yo hago de mi vida arte”, dice emocionada. A través de sus ilustraciones digitales poco a poco empezó a tener más reconocimiento no solo en su ciudad, también en otras partes de Colombia.
Fue así que sin siquiera buscarlo empezó a conectar con personas de distintos espacios y culturas de manera natural: “Yo necesitaba escuchar eso” o “yo me siento identificada con esta ilustración” han sido algunas de las frases que usuarios de Instagram le comentan en su perfil.
Además de abordar pensamientos y sentimientos propios, Valentina también ilustra y crea obras combatientes. Desde la adolescencia los movimientos sociales la impulsaron a tratar temas como la violación de los derechos de grupos vulnerables, la agenda de las mujeres, derechos sexuales, educación, protestas, terrorismo, justicia, problemas económicos y más.
“Yo, siendo artista, aprovecho ese instrumento para compartir lo que pienso y tratar de ayudar a las otras personas. A mí no me importa hacer arte a base de un tema que no me afecta a mí porque siento que hay que ser empático. Si tú ves que hay una injusticia respecto a algún colectivo, algún sector de la población, alguna minoría, y ves cómo esas personas necesitan que se comparta el mensaje para que la sociedad cambie, yo siento que es de responsabilidad social hacerlo», afirma.
Valentina esta convencida de que el arte ayuda a que muchas personas se informen sobre los temas políticos, sociales y económicos que atraviesan no solo su país, sino toda Latinoamérica. Desde su perspectiva, observa la situación y argumenta cuán importante es el arte para visibilizar problemáticas sociales que atañen a más de uno.
A pesar de que es consciente de las injusticias que existen en su país, menciona que al final lo que le gusta ilustrar es la humanidad y “los actos humanos”:
“Yo quiero transmitir lo hermosos que pueden llegar a ser los actos humanos y, sobre todo, también me enfoco muchísimo en nuestras acciones, en el poder que tenemos en nuestras manos. Yo siento que ellas son sinónimos de nuestras acciones, entonces yo quiero que la gente entienda lo poderosas que pueden llegar a ser”.

El arte cambia mentalidades
Valentina considera que no es el final de su camino, pues este apenas comienza. Menciona que parte de evolucionar es cambiar un poco las dinámicas y rutinas que puede tener un artista siempre con un propósito claro y asegura que el muralismo es un acto “diferencial”. Como un acto social, es uno de los proyectos que piensa desarrollar en el futuro porque le parece importante “llenar” de colores los barrios y las colonias de su ciudad para ayudar a crear ambientes visualmente más agradables, con el objetivo de disminuir la violencia que existe en ellos.
“Aquí en Colombia hay un barrio en la Ciudad de Medellín que se llama Comuna 13, donde había bastante violencia. Hubo un proyecto que empezó a llenar de murales todo el barrio y, aunque parezca loco, cambió demasiado. Eso impulsó el sentido de pertenencia que las personas tenían por su sector y considerablemente bajaron todas esas acciones negativas, toda la delincuencia”, finaliza Valentina impresionada por el cambio que la ilustración puede llegar a hacer en un espacio, en un entorno y en una sociedad.