Texto: Aranza Bustamante y Luz Cecilia Andrade
Fotos: Cortesía de Janet Jarman
“El lazo con la fotografía se convirtió en una forma de observar y celebrar todo lo que encontraba muy hermoso, y también fue una forma de expresar lo que me enojaba… la injusticia y lo que me entristecía de la condición humana”.
Janet parece ansiosa. Los cabellos castaños que rodean su rostro albergan unos grandes ojos claros que, enmarcados por sus lentes, miran nerviosos el recuadro del dispositivo electrónico a través del cual conversa. Tras la primera pregunta, media sonrisa se escapa de sus labios y, entre risas, responde: “¿Quién soy yo? Bueno, siempre estamos descubriendo eso”. Su sabiduría sustentada en una trayectoria de más de 25 años, así como su ímpetu y amor por lo que hace son notables desde el primer momento.
En Virginia, Estados Unidos, nació y creció Janet Jarman, periodista, fotógrafa y documentalista apasionada por las historias que pueden contarse a través de la imagen, el sonido y el movimiento. Recientemente debutó como directora de cine en Birth Wars (2019), un documental que, luego de años de trabajo y noches de desvelo, la consagró como artista y storyteller.
Desde muy pequeña estuvo bajo la influencia de las artes, principalmente de la pintura. Todo apuntaba a un futuro en el que ella creara imágenes, como más adelante se daría cuenta. Sin embargo, el amor que desarrolló por la fotografía inició a través de un suceso ensombrecido.
“Nunca había usado una cámara, hasta que mi familia sufrió una tragedia en la que falleció mi hermano. Yo tenía 14 años y él 16. Para aliviar nuestro dolor, queríamos hacer muchas cosas juntas yo, mi mamá y mi papá”, comenta Janet tímidamente.
Fue así que tanto ella como su padre, atraídos por un curso de fotografía que impartían en una escuela local, decidieron iniciarse en el arte de la luz. La seriedad que había desarrollado entonces —a raíz de la pérdida de su hermano—, la convirtió en una persona aún más contemplativa. Esa cualidad fue la que hizo que la fotografía se transformara en un medio para entender la vida, y para procesar sus emociones y sentimientos… como una forma de catarsis.
“Tengo una trayectoria de 25 años. Trato de hablar de los problemas, pero también de las soluciones. Trabajo como fotógrafa porque para mí es una vocación, es algo que tengo que hacer. Soy fotoperiodista o reportera gráfica, soy narradora e historiadora”.
Bajo la influencia del contexto social sureño, donde la gente vivía dividida, su padre fue una pieza importante para abrir la ventana de la curiosidad por las y los otros. Janet describe a su padre como alguien afable y de palabra fácil, capaz de escuchar las historias de las personas: “Yo viendo esto dije: ‘voy a ser así también’”, recuerda.
El periodismo o la pasión por los demás
Después de años estudiando fotografía en la secundaria, la universidad no fue la excepción. A esta experiencia se sumó el periodismo, el cual vino a complementar su pasión por conocer nuevas historias y comprenderlas, además, la idea de involucrarse y participar en la sociedad fue lo más importante para ella. “Creces y empiezas a ver los problemas del mundo, pensando cómo puedo hacer mi parte y cambiar las cosas. Tomé clases de periodismo y descubrí que hay fotoperiodismo”.
Con entusiasmo, Janet descubrió en el fotoperiodismo una nueva forma de contar historias: “Otra cosa de las fotos que creo que es muy importante es que van a ver mi cosmovisión y mi forma de interpretar el mundo”, afirma pensativa.
Así como las fotos, las personas tienen matices. Para ella observar los problemas desde distintas perspectivas permite entender el mundo y es lo que busca transmitir con la imagen, que la gente pueda ver otras realidades y así provocar sensaciones en ellas.

De la foto fija a la imagen en movimiento
La transición de la foto fija a la imagen en movimiento fue otra de las sorpresas que trajo consigo el fotoperiodismo. Sin embargo, el cine documental llegó en pequeños trozos a partir del interés, primero por la imagen, y luego por el sonido y el ambiente.
“No fue una decisión cambiarme al cine o hacer la transición. Sí fue una transición, pero muy larga y probablemente pasó porque en periodismo diario las asignaciones que se dan son muy importantes, pero siempre, mientras estaba haciendo eso, veía que las historias eran mucho más complejas que cualquier historia que estaba haciendo en cualquier asignación”.
Fue así que poco a poco las imágenes fueron llenaron sus contenidos periodísticos para retratar los momentos cruciales de los sucesos de manera humana porque “las personas no son cifras o números”. Sin embargo, narrar con fotos no parecía bastar a Janet, faltaba algo, otra forma de abordar las historias para que la gente pudiera escucharlas.
“Poco a poco teníamos el equipo como para hacer audio, para hacer vídeo, equipo accesible, que no era accesible o disponible antes. Yo siempre había querido mucho el sonido por las conversaciones. Empecé mis primeras entrevistas con casi seis años entrevistando a la gente que no conocía, entonces siempre quería mucho la voz”, explica.
No conforme con eso empezó a hacer foto, audio y motion de todas las historias, hasta que un día en 2014 se le ocurrió conjuntar todas esas posibilidades cuando fue a Chiapas a conocer el trabajo de las parteras tradicionales. Birth Wars surgió de aquel viaje.
En ese entonces ella llevaba viviendo en México 10 años; llegó al país en 2004 para contar historias que contribuyeran a la comprensión de las múltiples realidades. A Janet siempre le interesó Latinoamérica por toda su vida “emocional e intelectual”.
“[Las parteras] eran mujeres muy poderosas, muy respetadas, y cómo trataban a la mujer me fascinaba”, dice Jarman sobre el momento en el que llegó por primera vez a las comunidades de Chiapas. Para ella significó mucho observar “cómo las mujeres eran tratadas como personas” y no como un número más en una camilla.
Si algo resalta la documentalista, es el poder de la escucha. Cuando aprendió el arte de la fotografía, entendió que lo más importante para contar una historia es prestar atención a las personas que la conforman y recordar que son seres humanos con problemas, opiniones y perspectivas de la vida que merecen ser reconocidas.
Tratar al otro como persona, como ser humano, es la clave para poder tener un acercamiento profundo. De vez en cuando, es necesario bajar la cámara y oír lo que el otro tiene que decir: “Para mí la voz de una persona es como la luz en la fotografía”.
Cuando las historias te eligen
Todas las historias que Janet se encarga de recuperar tienen algo en común: están relacionadas a los derechos humanos. Y es que, sin darse cuenta, su curiosidad y fascinación por el entorno social, la llevaron a cuestionar los grandes sistemas de poder que fue identificando conforme crecía.
Para Janet, más que historias sobre recursos naturales, animales, bebés, migración, parteras o mujeres pariendo fuera de los hospitales, son historias de personas y seres que resisten ante un sistema que controla todo lo que hay a su paso.
La documentalista es firme al explicar que la vida fue la que la acercó a los temas y los protagonistas que ahora forman parte de su trabajo. El hecho de que la mayoría de ellos involucren tanto a las mujeres, es otra casualidad, sin embargo, reconoce que dentro la norma, a ellas se les ha negado el derecho a decidir; esta fue una de las principales razones por las cuales decidió dirigir Birth Wars.
“No fue mi objetivo hacer historias sobre mujeres, pero desafortunadamente son las que más sufren en estos sistemas de poder. Entonces dije ‘esto tiene que cambiar’, y sí, está cambiando”, comparte.

El tema de la migración ha sido uno de los que más la ha marcado. La primera historia de largo plazo que tuvo la oportunidad de retratar fue la de Marisol Rodríguez, una niña de en ese entonces ocho años de edad que se encontraba recolectando basura en Matamoros, Tamaulipas. Janet nunca imaginó que su mirada la acompañaría décadas después.
Aquel instante fue sólo el principio de una larga historia que, plasmada en fotografías, le da rostro a la estadística y al fenómeno de la inmigración latina en Estados Unidos. Marisol and the American Dream se convirtió en uno de sus proyectos más reconocidos a nivel internacional.
Pero la satisfacción de Janet no es sólo por la gran aceptación que tuvo su labor, sino por la relación que, hasta la fecha, mantiene con Marisol. Ella ve como un privilegio el hecho de que esa pequeña y su familia le permitieran entrar a su vida.
“Quiero mucho mi primera historia de largo plazo sobre Marisol y su familia porque me enseñó qué podría pasar si sigues una historia; qué otras capas puedes quitar. Fue algo muy bonito porque hablo mucho con Marisol todavía y hay mucha confianza”, dice con una sonrisa en su rostro.

Además del tema de la migración, Janet se ha dedicado a contar historias sobre recursos hídricos. No puede ocultar su preocupación por todo aquello que involucra al medio ambiente. Su pasión y respeto por la naturaleza no se olvida de otros seres: “Amo tanto a los animales y creo que son seres que merecen respeto y dignidad. Quizás mis próximas historias van a ser sobre ellos”.
Cuando habla sobre sus próximos proyectos, pareciera que nada podrá detener el caudal de ideas que le salen como ráfaga. Apasionada, cuenta lo mucho que le gusta abordar todos los temas de manera profunda e intensa: “¿Por qué hacer una historia si no puedes hacerla de manera intensa?”, se pregunta.
Birth Wars: entregar todo en el proceso
La transición era inevitable. Las imágenes fijas se quedaron cortas e hizo falta algo más: las voces de las personas y una forma más completa de presentar las historias. Birth Wars se estrenó en 2019 tras años de trabajo ininterrumpido. Su proceso de creación fue largo, complejo y lleno de momentos abrumadores.
De entrada: el tema. Janet tenía la intención de poner sobre la mesa lo que estaba sucediendo con las mujeres embarazadas; muchas de ellas no querían ser atendidas en el sistema de salud debido al miedo que les provocaba o a las costumbres de sus comunidades, por lo que recurrían a las parteras.
Se trataba de una historia de respeto, de dignidad, de derechos humanos y de grupos de mujeres resistiendo, por eso, no podía dejarla ir.
“Yo quería entrar a la situación muy profundamente. Quería estar en las comunidades con las mujeres y sus familias”. Y así lo hizo, pero antes, se aventuró a empaparse lo más que pudo sobre el tema. Tan sólo la primera etapa de investigación previa duró ocho meses; ocho meses en los que fue a decenas de conferencias sobre partería y salud materna.
Una vez que terminó ese periodo, vivió momentos de estrés, pues eran tantas las formas en las que podía narrar esa historia, que había noches en las que no podía dormir de tanto pensar. Como directora, era la encargada de tomar las decisiones más importantes y de organizar prácticamente todo. Más aún, porque se involucraba en cada aspecto, por mínimo que fuera.
“Esas experiencias en Birth Wars eran tan íntimas, tan increíbles. Ser testigo de una partera salvando la vida de un bebé en Chiapas o un grupo de médicos salvando una vida en Guerrero. Hacer esas experiencias con las mujeres fue increíble”, detalla.

Ser mujer, ser inspiración
Además de la influencia de su padre, Janet creció tomando como modelos a seguir a las mujeres de su alrededor: su madre y las amigas de ésta. Gracias a ello, los comentarios negativos que pudo haber recibido cuando se dedicó de lleno a la fotografía, el periodismo y el documentalismo, poco o nada afectaron su desempeño.
“Siempre trataba de nunca pensar en que no puedo hacer algo o que puedo tener menos posibilidades de éxito porque soy mujer. Sabía que estos pensamientos podrían obstaculizar mi creatividad. Mi mamá me decía que las mujeres pueden hacer cualquier cosa; tuve la suerte de crecer en una situación rodeada de mujeres bastante fuertes, poderosas y creativas”.
A pesar de esto, le ha tocado presenciar situaciones desagradables e injustas con las mujeres a lo largo de los años que lleva trabajando. También ha llegado a escuchar sobre tratos diferenciados por parte de editores o editoras que quizás las creen incapaces de hacer ciertas coberturas o de recibir el mismo pago que un hombre.
Esto no la desanima, al contrario, piensa que llegará el día en el que brillarán tanto, que nadie podrá opacarlas o ignorarlas: “Eso no significa que no vea la realidad”, aclara.
Al pedirle que mencione a hombres o mujeres que la inspiran, Janet asegura que sería imposible enumerarlos. “Hay tantas personas”, dice. Se le vienen a la mente nombres como el de la antropóloga inglesa Jane Goodall; a Janet la inspiran mujeres que han comprometido toda su vida a una lucha.
“Para mí son las mujeres que quizás no son famosas, que no salen siempre en los medios, que están organizando a sus familias en contra de obstáculos muy grandes, y que tienen esta fuerza interna y creencia en sí mismas”.
En cuestión de fotografía documental dos de sus influencias son Maggie Steber y Susan Meiselas. Sin embargo, una de sus mayores inspiraciones es su amiga y colega Candace Barbot, a quien le agradece por haberle enseñado parte de las cosas que sabe.
Si tuviera que dar un consejo a las nuevas generaciones que quieren dedicarse a contar historias a través de la fotografía, el periodismo, el sonido o el motion, les diría que se involucraran lo más que pudieran con el tema y con los protagonistas, que mantuvieran el respeto y la curiosidad por los demás, que se diversificaran y que nunca dejaran de aprender.
Y así, sin percatarse, Janet Jarman va y contagia su magia, su entusiasmo por narrar historias, por conocer personas y escuchar lo que tienen que decir. Más que hacerlo por capricho, es su forma de expresar, de comprender el mundo y de contribuir a la sociedad, esa que tanto ama observar.