Texto: Aranza Bustamante y Luz Cecilia Andrade
Fotos: Cortesía de Eloisa Sánchez de Alba
A través de la pantalla, las cosas cobran sentido gracias a la luz que precaria e inútilmente atraviesa el monitor. Las paredes blancas cubiertas por muebles negros y figuras propias de una habitación personal, dejan ver los espejos que esconden una gran ventana, la responsable de iluminar los cabellos oscuros y humedecidos de Eloisa, que bajan como cortinas desteñidas y no parecen tener fin.
Nada parece ocultar, pero sin duda, lo que más llama la atención es su rostro, en principio serio pero tranquilo, de matices rosados, propios de una tez clara que dentro de sí contiene unos grandes ojos claros que posiblemente tienen ese tamaño para mirar mejor; para fotografiar mejor.
Fotógrafa profesional de deporte originaria de la Ciudad de México, Eloisa Sánchez de Alba es una de las pocas mujeres dedicadas a este género fotográfico. Su gran habilidad y disciplina la han llevado a adquirir reconocimiento internacional. Aunque actualmente trabaja de tiempo completo para la agencia oficial de la Liga MX Imago 7, su carrera comenzó como freelance en la agencia Getty Images. Hasta el momento, sus imágenes han sido publicadas en medios como Chicago Tribune, The New York Times, ESPN, Fox Sports, Bloomberg, Huffington Post, Marca, El Universal, Proceso, Récord, entre otros.

Un día perdido en los recuerdos
La primera vez que Eloisa tuvo una cámara entre sus manos, fue un día perdido entre los recuerdos. Sentada en algún famoso y ahora extinto establecimiento de los años noventa llamado Tomboy, donde las hamburguesas y las pseudo cajita feliz eran el tema, ella recibió su primera cámara para capturar momentos, tal como su padre, aficionado a cargar “mil rollos”, para retratar cumpleaños y momentos familiares con su 7000X.
“Me regalaron una camarita: literal era una caja de plástico donde le entraba un rollo de 110 mm. Y esa fue mi primera camarita, y para encuadrar le subías como un cachito de plástico que era un cuadrado con un hueco cuadrado dentro. Entonces ese era tu encuadre”, comenta Eloisa.
Desde pequeña tuvo una especial fascinación por la maquinita de “un montón de botoncitos” —como ella le llama—, que su padre usaba cada que tenía la oportunidad. Con el paso del tiempo y la pubertad a flor de piel, su curiosidad por intentar descifrar para qué servían todos los botones que el aparato tenía, la impulsaron a leer el manual de inicio a fin, tomando en consideración que la internet aún no tenía toda la información suficiente sobre cómo usar una cámara.
Lo siguiente que pasó fue todo un proceso de ensayo y error en el que experimentaba con los valores y funciones de la cámara, aunque Eloisa afirma que sus pruebas no eran vistas hasta que las fotos se revelaban porque, a pesar de que la cámara de su padre fue una de las primeras réflex en el mercado, ésta seguía usando rollos.
“Mi papá compró una Minolta. Era […] así, un cubo gigantesco que tomaba fotos de 50 kb, una cosa así ridícula. Esta es la mejor parte: usaba disquetes de tres y medio, y ahí guardabas tus fotos”, se burla al recordar aquel aparato que ahora le causa gracia por lo enorme y poco práctico que era.
Sin embargo, cuando cumplió la mayoría de edad y decidió hacer un viaje, su padre le regaló una Point and Shoot Sony que supuso un quiebre en los conocimientos que tenía de foto. Técnicamente aún necesitaba aprender algunas cosas: “Iba con una amiga, entonces estábamos tomando fotos a un atardecer espectacular morado, naranja, y yo tomaba fotos y tomaba fotos y no me salían los colores: ‘lo que estoy viendo allá no lo estoy viendo aquí y pues no sé qué está pasando’”.
Después de ese viaje, Eloisa tuvo la motivación suficiente para ahorrar y comprarse una cámara nueva: la Sony Alfa 200, primera cámara pagada con dinero de su bolsillo. Ella comenta que comenzó de forma autodidacta lo que parecía ser solo un hobbie, pero por cuestiones que ella no sabe explicar, empezó a relacionarse con gente que sabía del tema. “Anduve con un chico que como que quería hacer cine y luego como que me empecé a clavar más, y también él traía más técnica, entonces le aprendí más cosas”.
Pese a eso, Eloisa asegura que no todo fue hacer fotografía y no todo siempre fue satisfactorio. Con la importante decisión de escoger una carrera a la vuelta de la esquina, y satisfacer ciertas expectativas y caprichos, la siguiente etapa de su vida, paralela a la fotografía, estuvo plagada de altibajos y momentos donde el sinsentido, así como la frustración por no encontrarse, que la llevaron a uno de los momentos más oscuros de su vida.

Unas por otras
Para Eloisa nunca existió un interés particular por alguna carrera. Con rostro pensativo, comenta que no hubo algo que realmente le gustara, sólo sabía que quería estar en el campus de CU en la UNAM, y gran parte de su elección se basó en esa idea. “Mi papá es arquitecto, entonces como que lo traje desde chica. Desde chica yo andaba gateando entre obras y albañiles cemento y todo, entonces fue muy natural, así como ‘ah, pues Arquitectura’, pero la verdad es que yo entré a estudiar arquitectura porque yo lo que quería hacer era estudiar en la UNAM, ese era mi capricho”.
La decisión de cursar Arquitectura fue muy dura, porque a pesar de encontrar cierto gusto en esa disciplina, nunca se sintió parte del gremio y espacios en los que ésta tiene lugar, por su carácter y forma de ser. La Arquitectura, a consideración suya, era como “jugar a ser Dios” y eso nunca fue de su agradado.
Eloisa admite que esta etapa de su vida fue dolorosa y frustrante, porque mientras estudiaba, trabajaba en un despacho. Nunca quiso terminar la carrera, pero por presión social decidió concluirla. Después de eso vino un periodo de depresión donde el desempleo y no tener un camino claro, la confinaron a permanecer en cama gran parte del tiempo. Sólo las ganas de seguir experimentando con la cámara fueron las que poco a poco la sacaron de ese estado emocional.
Posteriormente, los cursos que comenzaron a impartir las marcas emergentes de cámaras y equipo fotográfico como Canon y Nikon, llamaron su atención, porque para ese entonces tenía una Canon T2i. Fue entonces que gracias a los talleres de producto, moda, y demás cosas que impartían las marcas, decidió profundizar más en el universo fotográfico de forma seria. Se inscribió en la carrera de fotografía en Escuela Activa de Fotografía, donde por dos años reforzó sus conocimientos técnicos y encontró lo que realmente quería hacer.
“Realmente me hallé, estaba como pez en el agua, se me facilitaba mucho, también porque no tenía como tal la teoría en palabras, pero yo tenía muchísima práctica ya, entonces traía el bagaje artístico de Arquitectura porque ves mucha Historia del Arte, mucha teoría en ese sentido. […] Se me facilitó mucho la escuela, fue muy agradable para mí. Así fue como que decidí que eso era lo mío”.
Cuando el género fotográfico te escoge
Eloisa enfatiza en que la primera parte del camino es decidir hacer fotografía, y la segunda, es saber qué tipo de fotografía quieres hacer. Ella menciona que cuando cursó en la Escuela Activa de Fotografía, el enfoque era más comercial, de producto y retrato y, mientras estaba en el proceso de decidir cuál era su género fotográfico, recuerda que un compañero de generación tenía muy claro que quería hacer foto de deporte, algo que para ella nunca fue atractivo. “Yo veía las fotos de deporte y era como ‘todas son iguales qué flojera’”, comenta entre risas penosas por pensar así del género al que actualmente se dedica.
Sin saberlo, su transición de egresada a fotógrafa profesional de deporte tuvo sus cimientos en los primeros intentos que hizo por conseguir trabajo. Tras mandar su portafolio de fotos a distintas agencias, entre las que se encontraba Getty Images, la llamaron para formar parte del equipo como freelance por tener conocimientos de foto comercial y video. En ese entonces la agencia trabajaba con la parte editorial y era necesario que alguien cubriera deporte, tarea que le fue encomendada a Eloisa, quien no sabía casi nada de ese género, pero aceptó la responsabilidad porque, como ella misma dice, “chamba es chamba, foto es foto”.
Fue así que, como parte de su nueva tarea —por los años 2015 o 2016—, ella acompañó a los fotógrafos que se dedicaban a capturar deporte —entre ellos Héctor Vivas— para practicar y conocer la técnica del género. Ella confiesa que nunca había sentido tantos nervios en su vida, pero con el asesoramiento que recibió de sus compañeros logró calmarse. “Fui con Héctor Vivas, él fue mi maestro, y me dijo ‘tú no te preocupes, no vas a mandar nada, no tienes responsabilidad ahorita, siéntate aquí’, me prestó un lente largo y dijo ‘tú dispárale, estamos buscando acción’”.

“Amarrané yo ahí”, dice sin tapujos y picardía al recordar el inicio del partido de Veracruz contra Tigres y la acción que hubo dentro de él. En ese momento, cuenta que por fin reconoció el nivel de complejidad técnica que demandaba estar dentro de la cancha. Ella no podía creer que ninguna foto le salía como requerida, pero sin desanimarse, asumió la complejidad del género como un nuevo reto que abordó con gusto ya que, era algo completamente diferente a la foto de producto. “Era como ‘me llena mucho, el reto está fuerte, está interesante’. Así fue como empecé”.
A partir de entonces, el deporte no la soltó a ella, ni ella a él. Hasta el momento, su curiosidad por aprender y descubrir nuevos retos la han llevado de un deporte a otro: fútbol, básquet, torneos de golf, NBA; los Panamericanos y hasta los maratones de la Ciudad de México. Eloisa dice que no tiene un deporte favorito para cubrir. Pero admite que lo que más le gusta es salir de la rutina del fútbol, porque gran parte de sus coberturas, son sobre ese deporte. Sin embargo, cuenta que uno de los que más disfruta fotografiar son las artes marciales mixtas.
“Lo disfruté mucho. […] Y es muy difícil, es extremadamente difícil y no me sale bien, pero algún día me saldrá bien”, comenta con picardía, pues si algo le gusta a Eloisa son los retos técnicos que cada deporte le exige, y las artes marciales es uno de ellos.
Cuotas de género y predominancia masculina
Cuando Eloisa entró de lleno a cubrir deporte, sus compañeros siempre fueron muy amables y le enseñaron mucho de lo que sabían, pero como en muchos lugares donde predomina la población masculina, existen ciertas distinciones:
“Nada, la básica es ‘¿si vas a aguantar el equipo?’ Porque el equipo es pesado; que te cuestionen si vas a aguantar el ritmo, porque es un ritmo muy pesado; que te cuestionen si realmente sabes lo que estás haciendo. […] Personalmente fue como la básica, el acosillo… ya sabes, el típico güey que siempre quiere agarrarte de la cintura o te piden tu teléfono y te empiezan a mandar mensajes”.
Eloisa narra que en cuestiones laborales siempre ha tenido mucha suerte y que después de trabajar en Getty Images, entró de lleno a la agencia de fotografía deportiva Imago 7, un lugar en el que siempre ha visto que contratan a la gente por su trabajo y lo que sabe hacer sin importar su género, ya que, según afirma, es la única agencia deportiva que tiene un número considerable de mujeres: “No somos muchas, pero es la que más mujeres tiene, y no es porque se esté cubriendo una cuota de género, es porque si lo haces bien, entras, y si necesitamos a alguien, entras”.
Desde su punto de vista, de los lugares más complicados para trabajar siendo mujer es en medios de comunicación como periódicos y canales, ya que aún existe una predominancia de hombres. Eloisa con rostro pensante reflexiona sobre la discriminación y acoso que las compañeras reporteras y fotógrafas viven en medios tradicionales, no sólo de la Ciudad de México, también de otros estados, en donde la misoginia y acoso laboral es aún mayor. “Hay que luchar, apoyar a las compañeras, aún que no estén acá”.
“En todos lados hay historias de terror”
…
Cuando Eloisa entró a una de las agencias más grandes de fotografía, lo hizo como parte de la cuota de género. Su primera reacción fue de asombro, ya que durante mucho tiempo pensó que su selección había sido únicamente por su trabajo; sin embargo, esta impresión fue momentánea, porque para ella representó un pequeño paso que tuvo mayor significado tras escuchar a Karina Leblanc, exportera canadiense, en un congreso de fútbol femenil de la FIFA.
“Tal cual lo dijo: ‘ahorita estamos en una etapa en la que muchos lugares están llenando una cuota de género, pero si tú fuiste esa cuota y ya estás ahí, pues aprovéchalo. Que sirva que ya estás en ese espacio a final de cuentas te están dando la oportunidad, aprovéchala, y si ya te trepaste al elevador y ya subiste, pues no se te olvide mandar el elevador para abajo, para que alguien más pueda subir. Y cada que subas a un elevador, no olvides mandarlo para abajo’”.
Tras escuchar estas palabras, Eloisa recuerda que sintió que el cielo se abrió a tal grado, que el sentimiento se apoderó de ella, pues al final del día, las cuotas de género representan una fisura al actual sistema en el cual predominan más hombres y en el que poco a poco se integran más mujeres.
Placeres y vicios
Eloisa, como una persona que busca nuevos retos, acepta que uno de sus vicios es ser exageradamente perfeccionista. Aunque afirma que esta característica le ha ayudado en el ámbito de la foto deportiva —debido a lo efímeros que suelen ser los eventos y la rapidez en que tiene que enviar todo—, es consciente de que no siempre es bueno ser así. “Intento hacer mi trabajo lo mejor que puedo, pero sí, no es bueno clavarse tanto”.
Uno de sus más grandes placeres es experimentar: con la imagen, con los valores de la cámara, con la estética, con lo que quiere decir y expresar. En su página de internet tiene un compilado de proyectos personales que hacía cuando apenas comenzaba en el mundo de la fotografía. Taxon, Reconstruction, Sinking Raga, Colour Fair y Start Saying Good Bye son algunos de ellos.
“Hace mucho que no hago un proyecto personal. La verdad es que este trabajo es muy demandante y si tienes tiempo lo único que quieres es descansar y echarte a la cama a ver películas, lo que sea”. La fotógrafa explica que esos pequeños proyectos los hizo antes de “entrarle de lleno” a los temas de deporte. Para ella, son más que simples fotografías.
“Yo no sé hablar, no sé escribir y la manera de expresarlo es a través de las imágenes […] La mayoría de los proyectos que tengo acá han sido en momentos en los que he estado con algún problema o algún conflicto personal, y así es como lo he desfogado”.
***
Paredes conformadas por azulejos amarillos y una bañera aperlada que luce a juego. La luz es intensa. Frente una ventana, al centro del espacio, un tanto estrecho, se encuentra una mujer de espaldas con los brazos hacia arriba. Su cabello castaño le llega hasta la nuca. Sus ojos están cerrados. Su rostro, con expresión triste.
Se trata de Sinking Raga. El espacio, la bañera, la luz, el color, el gusto por tomarse fotos a sí misma, la timidez, la introversión y las ganas de experimentar la llevaron a construir esta serie. La cámara, sobre todo en esos tiempos tristes, llenos de incertidumbre, se convirtió en una compañera, en una amiga, en una terapia. “(La cámara es) como una mascota también, como si tuviera un perrito que se te acomoda y te hace sentir bien”, dice entre risas.
Tras un rato sin retomar otros géneros fotográficos, admite que le gustaría volver a intentarlo, pero que si lo hiciera, ya no sería bajo una línea personal, más bien, le gustaría que fuera algo documental. Por ahora sólo son ideas sueltas que esperan ser concretadas.

¿No más foto deportiva?
—Si pudieras dedicarte más adelante a otro género fotográfico, ¿qué te gustaría experimentar?, ¿dejarías la foto deportiva?
—Yo creo que nunca acabas, siempre hay deportes nuevos que fotografiar —expresa segura de sí—. Aquí yo creo que el límite es tu cuerpo porque es un trabajo muy demandante físicamente, psicológicamente y técnicamente.
Ella cuenta que si tuviera un cuerpo que resistiera todo, seguiría haciendo foto deportiva sin parar. Pero cada cobertura, además de ser satisfactoria en términos fotográficos, también es un constante desgaste que le ha ido cobrando factura, tanto en el ámbito físico como en personal, ya que debido a sus horarios laborales, su vida social se ha vuelto casi nula.
Eloisa está consciente de que “esto se va acabar algún día”, como cualquier ciclo de la vida. Y para cuando llegue ese momento, le gustaría entrarle al “mundo loquillo” de la foto fija en las producciones cinematográficas. Últimamente ha recibido invitaciones para participar en series y películas, pero el trabajo le carcome el tiempo, y se ha quedado con las ganas.
Hacer fotos con dron también le llama mucho la atención, pero volar ese pequeño aparatito la pone muy nerviosa: “Se me hace una responsabilidad enorme”. Pronto espera intentarlo más para quitarse ese miedo.
“Esto es algo que estoy segura que nunca voy a poder hacer en la vida, pero me gustaría mucho aprender a hacer foto subacuática. Es un universo completamente distinto”, confiesa tras un rato de darle vueltas a la pregunta. Entusiasmada, Eloisa comparte este sueño imposible, y explica que la fotógrafa australiana Michaela Skovranova es una de sus mayores inspiraciones de este género: “Su trabajo me vuela la cabeza”.
Lo importante, dice, es seguir aprendiendo, ya que no le gusta dar por hecho que lo sabe todo, porque en el momento en que esto pase, no tendría chiste seguir haciéndolo.

De foto y Covid-19
Con la llegada de la pandemia por coronavirus la manera de trabajar de Eloisa cambió poco, casi nada. “La verdad es que sí se aligeró la carga de trabajo”, dice con rostro pensativo, mientras trata de hacer un recuento de aquellas posibles modificaciones. Reconoce que sin la cantidad de gente que habitualmente asiste a los estadios, todo ha sido más sencillo. “Es más fácil porque no tienes que luchar por un lugar de estacionamiento o no tienes que luchar por un lugar en la cancha”.
La decisión de no tener audiencia presente en los eventos deportivos también le ha permitido experimentar, hacer cosas distintas con la imagen, pues ahora aprovecha que las gradas están vacías para colocar cámaras remotas en lugares en los que nunca antes hubiera puesto. Sin embargo, a pesar de los beneficios que este contexto le ha brindado, la preocupación por contagiarse es latente porque “a final de cuentas los jugadores ahí andan sin tapabocas al igual que los directores técnicos”.
Tras un rato de plática sobre el tema, la fotógrafa para en seco y recuerda que, estar sin público en los estadios “sí afecta porque el público es como una alarma”. Ella explica que durante los partidos de fútbol —que suelen ser los que más cubre en este contexto— su labor consiste en disparar, seleccionar, editar y enviar a su agencia, todo de manera simultánea. Mientras edita y envía en la laptop que carga a todos lados, sus sentidos, sobre todo los oídos, deben estar atentos para cuando el balón regrese cerca del lugar en el que está ubicada.
“Si la gente empieza gritar es porque la pelota viene hacia ti, entonces dejas de editar y pones atención en el partido. Y ahora es complicado porque nadie te avisa si viene o no, pues nadie está gritando, entonces tienes que estar mucho más atento a lo que está pasando en cancha”, asegura. También acepta que, sin las personas gritando, la energía no es la misma y el espíritu de festejo no se siente igual.
Aunque ahora este es el panorama, no siempre fue así. Cuando la pandemia se exacerbó en el país, hace unos meses, los recintos deportivos fueron cerrados para evitar aglomeraciones. Durante ese tiempo Eloisa dejó de trabajar. Se mantuvo en casa, sin salir más que para lo necesario, ya que, como prácticamente vive al lado de sus padres, el riesgo de contagio para ellos era muy alto.
“Si yo me enfermo a mí en realidad me vale madre, bueno, no me vale madre pues, pero no podría con la idea de contagiarlos, entonces decidí guardarme”, expresa segura. A diferencia de otros fotógrafos, ella ha decidido no cubrir directamente el tema del covid porque considera que hay una explosión de información sin precedentes, además, es consciente de que afuera hay quien verdaderamente tiene que salir y lo que menos quiere es estorbar a otras personas del gremio.
Eloisa también es crítica con la manera en que se ha retratado la pandemia, y cuenta que si ella hubiera salido a capturar esta parte de la historia, su trabajo tal vez habría sido algo así como lo que hace Héctor Vivas, su mentor: una documentación de historias alternas, de población a la que, indirectamente, la situación les ha afectado, y no tanto gente en el hospital, gente muriéndose, los cadáveres quemándose, gente llorando y toda esta parte que, como ella misma dice, también se tiene que capturar.

Prepararse, ser persistente, luchar
Tras una vida llena de altibajos, momentos felices, alegres, exitosos, raros, tristes y hasta depresivos, llenos de incertidumbre, Eloisa comparte a las y los futuros fotógrafos uno de los consejos más sabios que ha aprendido en este largo camino. Ella recomienda que se preparen: que aprendan técnica fotográfica, que aprendan un idioma, que conozcan, que traten de desarrollar nuevas habilidades y, especialmente a las mujeres, que luchen, que sean persistentes, que no se dejen derribar por los estigmas de género.
“La mayor cantidad de habilidades que puedas cooptar te van a ayudar para poder competir, porque si de por sí tenemos este estigma de género con el que poco a poco hemos ido luchando, pues no hay que darles pretextos para realmente mandarte a volar. Hay que estar muy bien preparadas”, menciona de manera enfática.
La técnica, reconoce, será el mejor aliado que cualquier persona que se dedique a la fotografía puede tener. Aprender a manejar el equipo, saber lo que estás haciendo, saber resolver, saber expresar, saber lo que quieres contar, preguntar cuando haya dudas, acercarse a quienes están en esto, ser consciente de que es desgastante, es caro y que a veces es más por “amor al arte”, son otros aspectos a considerar. “No es como que digas ‘qué vida tan hermosa llevo’, pero si te llena y quieres hacerlo, dale, y dale con todo. Aprendan y manejen la cámara como si fuera su propia cara”.
Eloisa, quien se describe a sí misma como introvertida y hasta tímida, es una mujer ansiosa, olvidadiza, curiosa, perfeccionista, con un sentido del humor peculiar, y a la que le encanta experimentar y establecerse nuevos retos. Su perseverancia, insistencia y disciplina han llevado a que su trabajo sea publicado y reconocido a nivel internacional.
Y así, sin buscarlo, la trayectoria de Eloisa Sánchez de Alba en el ámbito de la fotografía deportiva en México, se ha convertido en ejemplo y referente para aquellas personas —especialmente mujeres— que aspiran dedicarse a ello, pero que por alguna u otra razón han dudado si seguir en el largo y complicado camino que implica insertarse en un gremio como este.