Texto: Tamara Mares
Fotos: Cortesía de Aline Apple
Aline Apple es una artista urbana que ha decorado las paredes de Ciudad de México con murales donde sus personajes principales son niñas. Aunque ha evolucionado de un estilo “romántico y tierno”, a uno “badass”, en cada obra deja un compromiso: hacer que los y las transeúntes sientan algo con sus diseños.
Cerca de metro Camarones, en el noroeste de la Ciudad de México, hay un mural de dos niñas sobre un fondo gris oscuro. La niña a la izquierda tiene mechas californianas color fucsia sobre su cabello negro, ojos como bolas de fuego y sostiene la mano en la forma de una pistola.
A su derecha, su compañera tiene el fleco verde neón sobre su cabellera, también negra. No tiene pupilas, pero su mano izquierda forma una L acostada entre su pulgar, el dedo índice y el medio. Las dos guerreras comparten una burbuja de texto: “no veo el por qué devolverle el arma a quien ya nos ha disparado una vez”.
El trabajo guardado entre las calles de la alcaldía de Azcapotzalco dista de las mujeres jóvenes que Aline Apple exhibe en su página de Instagram en publicaciones anteriores, cuyas expresiones faciales tendían a ser de ojos cerrados, cejas sin fruñir, e incluso sonrisas. Ella misma reconoce que este macrodiseño fue un rompimiento con su estilo anterior. «Marca un antes y un después», admite, «antes mi arte era más personal y más emocional».

Describe sus ilustraciones anteriores como “niñas bonitas”, llenas de ternura, hasta que el año pasado decidió cambiar su estética por niñas goth, rudas. “Badass”, las llama. Los rostros bidimensionales más recientes tienen cejas gruesas con dirección hacia el puente de la nariz para formar un fruncido, bocas abiertas como muestra de disgusto, ojos con pupilas hacia el cielo y pecas.
Las pecas en varias de sus ilustraciones hacen el paralelo del rostro de Aline, cuyo nombre artístico “Apple” se deriva de ello. Aunque Aline es su nombre real, el apellido, que significa “manzana” en inglés, lo ideó dado que sus amigos le decían que le recordaban a una manzana amarilla. Otra similitud entre la artista y sus creaciones está también en el rostro, ya que comparten la quijada alargada y redonda con mentón pronunciado.
Ella considera que el arte está estrechamente relacionado con la vida personal de su creadora. “Lo que hacemos es un 90 por ciento de tu vida. Es un reflejo”, comenta. Incluso, sus amistades le han llegado a preguntar si las niñas que dibuja son un autorretrato.
De la ilustración al mural
Se inició en el mundo del dibujo a sus cinco años, cuando pintó un caballo del cual se sintió orgullosa y presumía con sus familiares. Después, veía el trabajo de su hermano mientras estudiaba en la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y decidió entrar a la carrera de Diseño.
Al inicio, sus trazos se basaban en fragmentos de poemas, libros y música que le inspiraban. Los textos podían ser de Charles Bukowski, Damian de Herman Hesse, Rayuela de Julio Cortázar; mientras que las canciones que resonaban en ella cubrían desde Cancerbero y Control Machete hasta Porter, Love of Lesbian y Tegan and Sara.
Por ejemplo, una publicación en Instagram de noviembre de 2018 muestra a un pájaro sobre el cuello arqueado de una joven. Al fondo se ve una luna, que acompaña las estrellas en el pelo negro de la mujer y en el hueco de su pecho con forma de corazón. A la izquierda se lee la frase “No soy tu héroe, pero eso no significa que no fui valiente”, que es una traducción de la letra de la canción “I’m Not Your Hero” de Tegan and Sara.
Hasta hace tres años, Aline se dedicaba exclusivamente a la ilustración. Luego, un amigo la invitó a colaborar en un mural y aprendió a utilizar pintura vinílica sobre la pared con el apoyo de brochas. En 2020 comenzó a usar aerosol, aunque no le gusta tanto porque el acabado no es tan limpio como la pintura.
La artista está segura de que su gremio está compuesto de personas “como esponjitas”, quienes necesitan nutrirse constantemente. Así, se animó a probar su mano con un mural aunque no sabía qué materiales usar para un formato de ese tamaño. Ahora, prepara el terreno desde un día anterior a pintar: pide las medidas de la pared, el formato deseado, hace bocetos, elige los colores, realiza un diseño digital y organiza su material para pintar.
“Quiero dejarles algo, que sientan algo”
Sus instrumentos principales han cambiado, pero su proceso creativo no. Parte de una idea, algo que quiere mostrar a través de su arte. Sin embargo, el mural de metro Camarones es una muestra de la evolución del trabajo de Aline, quien siente que la principal diferencia está en lo que representa. Donde antes ilustraba conforme a sus emociones, ahora dice que ya no es algo tan romántico: “yo maduré y me di cuenta que tenía que ser más fuerte hacia ciertas cosas”, rescata.
Parte de este crecimiento fue desarrollar confianza en sí misma y en sus habilidades artísticas. “Todo lo que hacía era de una persona muy insegura… pero muchos amigos me decían que [mi trabajo] estaba padre”, recuerda, hasta que finalmente en octubre del año pasado hizo un “clic personal” que la animó a creer en su talento.
Aline ha llevado sus mensajes pictóricos a distintas partes de la Ciudad de México: a la colonia Doctores, Santa Martha, Reyes La Paz, Taxqueña y Metro Misterios, por nombrar algunos. Para ella, cada mural es un reto porque se trata de un compromiso. “Va a estar en un exterior, va a pasar gente y quiero dejarles algo, que sientan algo”. Ese, afirma, es el objetivo de los diseños que coloca en paredes.
En una ocasión, una persona la contactó directamente a través de redes sociales para decirle que había tenido un día triste, pero que al ver uno de sus murales cerca del edificio de la Confederación de Trabajadores de México se sintió muy identificado y le agradó. “Me gusta que vean y lean los murales y se sientan identificados, que no se sientan solos”, comparte Aline.

Pintar un mural va más allá de la pared
A diferencia de sus ilustraciones, que considera su espacio íntimo en el cual se puede desconectar durante horas, los murales son un proceso colectivo. “El dejar un mural es toda la experiencia, desde que llegas al lugar, ves la colonia, y ves a la gente”, detalla. El encontrarse en un espacio público la pone en contacto directo con los habitantes del lugar, quienes se acercan a preguntarle qué está pintando, qué significa el diseño, e incluso piden colaborar en el mural. Aline les comparte una brocha y les involucra en la creación del mismo, pues quiere que se apropien del sitio donde viven.
Inicia temprano, como a las ocho o nueve de la mañana, y dependiendo de la complejidad del diseño puede seguir pintando hasta que ya no haya luz solar. A veces son murales hechos exclusivamente por ella, pero también ha hecho colaboraciones con artistas como Akito Demon y Alan Gutiérrez, y ha participado en eventos como Barrio Vivo, “Pinta por la salud” del Hospital General, hidroARTE, entre otros.
Para este último, un programa organizado por el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) para promover la cultura del agua, bautizó su obra con la frase “Que el amor sea tan transparente como el agua”. En la pared, ubicada cerca de Taxqueña, ilustró a una niña con ojos cerrados acostada sobre una ballena. Todo fue realizado en tonos azules, negros, blancos y rosas. El mural, realizado en 2019, aún forma parte de la identidad artística de Aline previa a sus “niñas góticas”, como ella las llama.
Si bien la mayoría de sus trabajos los ha hecho en la capital mexicana, ha tenido la oportunidad de probar sus pinturas en El Oro de Hidalgo y Jilotzingo, ambas localidades del Estado de México. Próximamente llevará sus imágenes a Oaxaca.