Una fotógrafa en la primera línea contra el Covid-19

Texto: Luz Cecilia Andrade

Fotos: Cortesía de María Paula Martínez Járegui

María Paula Martínez Jáuregui recuerda que a los pocos días de  haber llegado a la India en septiembre de 2017 para hacer un proyecto fotográfico con Fotógrafos sin fronteras, México vivió de forma paralela una de las tragedias sociales más grandes de su historia.

El temblor que devastó gran parte del Valle de México el 19 de septiembre fue visto por sus ojos a través de medios locales en otro continente, en otro país, lejos de su hogar. Impotente ante el recuerdo de no poder hacer nada en aquel entonces, María decidió no quedarse inerte durante la actual pandemia por Covid-19 y hacer lo que ella sabe hacer: fotografía documental.

De volcanes y mares a hospitales Covid

Curiosa de la vida y la naturaleza que existe pasando la puerta de su hogar, la mexicana María Paula Martínez Jáuregui desde pequeña quiso conocer el mundo y saber más de él, explorarlo, pero esos planes se concretaron mucho después de estudiar la carrera en Literatura y Divulgación de la Ciencia en la UNAM y trabajar como correctora de estilo durante un tiempo.

Fue entonces que en la búsqueda de nuevas alternativas para su vida e impulsada por su padre para comprar su primera cámara, María descubrió en la fotografía una oportunidad para conocer y crear esos vínculos que tanto le gustaban. Se unió a Fotógrafos sin Fronteras y desde hace cuatro años documenta por todo el mundo paisajes terrestres, marinos y  la vida humana en comunidad.

Sin embargo, el pasado 2020 fue un año en el que aquellos viajes y proyectos documentales se suspendieron por el problema sanitario mundial que el Covid-19 representó y sigue representando actualmente.

María Paula pasó gran parte de marzo y todo abril en La Paz, Baja California, donde se refugió del virus. Durante ese tiempo, las charlas con su hermano –infectólogo de profesión– sobre cómo los hospitales especializados en Covid-19 se iban llenando, y las noticias de agresiones físicas y psicológicas que sufría el personal médico por parte de la gente en las calles, la impresionaron.

En medio de todos esos estímulos negativos, la directora de Fotógrafos sin fronteras la contactó para saber si ella tenía fotos sobre la pandemia en México, ya que se pensaba tener un registro de diversos países de la situación actual. Cuando María recibió la llamada no tenía fotos, pero impulsada por su jefa y todas las noticias sobre el maltrato al personal médico decidió armar un proyecto fotográfico enfocado a visibilizar el trabajo de las primeras líneas de batalla frente a la Covid-19.

Con un hermano infectólogo y un padre que había estudiado medicina, las posibilidades de desarrollar su proyecto se incrementaron. Fue entonces que presentó su idea en el  Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), primer hospital que le abrió las puertas de par en par.

Posteriormente, María con ayuda de familiares, amigos y personal médico que poco a poco fue conociendo, pudo ingresar a un total de diez hospitales en aproximadamente seis meses:

Al Hospital General Dr. Manuel Gea González, al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, al Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE, al Hospital Regional Primero de Octubre del ISSSTE, al Centro Médico ABC, al Hospital Juárez de México, al Instituto Nacional de Perinatología Isidro Espinosa de los Reyes, al Instituto Nacional de Cancerología, a la Unidad Temporal Covid-19 del Centro Citibanamex y al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias Ismael Cosío Villegas.

Saber tomar fotos no es suficiente

María desde un principio tuvo claro que hacer coberturas en cualquier contexto y circunstancia no sólo se trata de levantar la cámara y tomar fotos, también es necesario conocer en dónde te encuentras parada para no salir afectada emocional o físicamente y saber moverte para conseguir lo que necesitas. Por ello, el primer reto que tuvo que afrontar fue aprender a ponerse adecuadamente el uniforme quirúrgico para entrar a zonas Covid-19.

Con dos cursos de vestido y desvestido en el Centro Médico ABC y en el INER aprendió a colocarse adecuadamente los trajes sola. “La primera vez sentía que se me iban a salir los ojos, no puedes respirar. Salí marcada (de la cara) horrible. Ya luego te vas acostumbrando”, comenta al recordar que después de un tiempo de cambiarse y desvestirse bajo supervisión, ya no necesitaba ayuda porque ella conocía perfectamente el proceso.

Sin embargo, traer encima el traje quirúrgico que consta de varios guantes, cubrebocas,  goggles y  careta la limitaban a la hora de tomar fotos: reducía en gran medida su visión y el agarre de su cámara era difícil porque en muchas ocasiones tuvo que prescindir de la correa  de soporte para no contaminarla. Además de eso, las luces de los hospitales, magentas, amarillas y blancas tampoco le fueron de gran ayuda, pero  aprender a lidiar con esos problemas técnicos fue parte de su día a día.

“En la primer traqueotomía a la que entré los doctores hasta me pusieron un banquito para que me pudiera subir y fotografiar bien. No podía ver nada en pantalla, sólo ponía la cámara y le apretaba en ráfaga a ver qué pasaba”, dice al recordar la anécdota.

María se queda pensativa frente a la pregunta de si su estadía en el hospital fue constante. Ella responde que no, que más bien, los días que iba procuraba ser intensiva y buscaba a las personas encargadas de las áreas a las que quería entrar. En varias ocasiones llegó a quedarse en turnos nocturnos y pudo presenciar a autopsias, entubaciones, extubaciones e incluso estuvo durante la colocación del robot sanitizante en el INER.

Las veces que se quedaba en casa siempre fueron para seguir trabajando en la selección, edición y envío de las fotos que diario capturaba para Fotógrafos sin fronteras y para los hospitales donde las tomaba. Actualmente, todas ellas conforman un acervo de miles de fotos.

Las cuatro impresiones de María

En su estadía de seis meses en todos aquellos hospitales, las anécdotas y fuertes impresiones fueron inevitables. Como fotógrafa de paisaje, su primer acercamiento al mundo de la medicina fue hasta cierto punto fuerte porque a pesar de venir de una familia de médicos, nunca tuvo afinidad por los hospitales.

María pensó en las impresiones más grandes que vivió y con las manos alrededor de su rostro dice: «me conmovió mucho la primera vez que vi cómo entubaban a alguien». Un día, mientras cubría la sala Covid del INER, vio cómo una mujer de aproximadamente 70 años de edad trataba de comisarse con las anestesiólogas que le decían la importancia de entubarla para que pudiera respirar mejor.

“A mí me partió el alma porque yo decía, qué fuerte que ese sea tal vez su último recuerdo antes de que la entuben y quién sabe cuándo despierte, si es que despierta», recuerda.

La segunda impresión que vivió fue cuando acompañó a una doctora del INER al área de rehabilitación. Ahí, ante la pregunta de la doctora para saber si uno de sus pacientes se sentía contento, uno de ellos dijo: “no estoy contento, estoy feliz porque estoy vivo». Cuando María escuchó esa respuesta fue impresionante, porque mientras ella se preocupaba por las cosas más mundanas, ese hombre estaba feliz de seguir vivo.

La tercera impresión de la fotógrafa se dio cuando fue invitada al Instituto Nacional de Perinatología Isidro Espinosa de los Reyes, para presenciar la cesárea  de una mujer con Covid-19. El proceso se había retrasado dos horas y media, tiempo en el que María, desesperada por tener que usar un traje tan caluroso, pudo tener calma cuando la cesárea dio inicio.

“¿Has visto una cesárea antes?”, le preguntó la doctora a María quien, tras contestar con un “no”, recibió consejos amables para sentarse en el banco que se encontraba dentro de la sala por si se sentía mareada o con ganas de desmayarse.

«De repente, te juro que nació el bebé y se puso a llorar y fue como si yo estuviera conectada con él y me puse a llorar. Yo nunca había visto a nadie nacer. Me puse a llorar pero no pude parar (…) era tan fuerte, tremendo, emotivo, emocionante y todo. Ver a un bebé nacer en medio de la pandemia y ver la vida abrirse paso a pesar del virus, a pesar de tanta muerte».

Pero sin duda, la última y más grande impresión fue ver hospitalizado al papá de un amigo. Al verlo recostado en la cama, María sintió por primera vez la enfermedad y la muerte muy cercana a ella. Desde su perspectiva como fotógrafa, conocer a uno de los pacientes y acercarse a hablar con él fue como volver a poner los pies sobre la tierra, porque era la primera persona conocida que se encontraba dentro de un hospital Covid.

A pesar de los múltiples esfuerzos por salvarlo, falleció un mes después de ser internado: “a final de cuentas podía haber sido yo o cualquiera de mi familia en cualquier momento”.

La pandemia sigue y el registro de María también

La importancia documental de la fotógrafa María Paula Martínez Jáuregui sobre el enorme trabajo del personal médico en México quedará plasmado en sus imágenes y muy pronto serán publicadas en un fotolibro destinado a dar testimonio de lo que aconteció en cada uno de los hospitales que visitó.

Además, ella explica que la mitad de las ganancias que se obtengan del fotolibro serán donadas para seguir apoyando y para brindar más material a aquellos y aquellas que trabajan en la primera línea contra la Covid-19: el personal médico.

“Un gran aplauso a todas las personas que han estado al pie del cañón, a todas las que también se quedaron en casa, que han aguantado»

María Paula Martínez Jáuregui.

Autor: Cecilia Andrade

Me descubro y descubro a través la fotografía por ser forma y fondo cuando la lengua no alcanza.

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