Visibilizar la crueldad animal para concientizar: el activismo de Alejandra Ramos

Texto: Carolina Argueta

Fotos: Alejandra Ramos

“No se trata de decir que yo amo a todos los animales, porque no es cierto, ni los amo, ni me gustan ciertos animales, pero los respeto (…) es tomar la decisión de no discriminar por género ni por especie, decidir si eres parte del problema o no” – Alejandra Ramos Rivera. 

Alejandra tiene 31 años, nació en Acapulco, México, y desde hace seis años vive en Eslovenia, país al que llegó debido a una beca de movilidad estudiantil. Estudió Matemáticas Aplicadas en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) e hizo su maestría en la UNAM. Su curiosidad por salir a conocer el mundo la llevó a irse de intercambio: primero a España y posteriormente a Eslovenia, lugar en el que estudió su doctorado, se hizo vegana e inició su activismo en contra de la crueldad animal. 

El veganismo: una forma de dejar de contribuir a la crueldad animal

Su transición al veganismo fue hace cuatro años, Alejandra comenzaba a hacer ejercicio en un gimnasio y su entrenador le había recetado comer más carne y huevo, a ella no le gustaba el huevo, por ello, su hermana le empezó a enviar recetas de smoothies veganos y ahí nació su curiosidad. 

Mientras veía videos de recetas, le apareció un video de una conferencia de Gary Yourofsky (activista vegano), en la que hablaba de todo el abuso hacia los animales. En ese momento no hubo marcha atrás para ella: “Nunca había conectado con los animales ni había sido consciente del sufrimiento que causaban mis decisiones acerca de la comida”, afirma. 

Si bien su decisión fue terminarse lo que tenía en el refrigerador para no desperdiciar, no pudo; le obsequió toda la comida de origen animal a su compañera de departamento y de la noche a la mañana cambió su estilo de vida.

Ella asegura que es como un vaso que se va llenando con gotitas, pues desde tiempo antes estaba en contra de las corridas de toros y de usar pieles, pero en cuanto vio la charla de Yourofsky, decidió que de ninguna forma podría seguir contribuyendo a la industria. 

Alejandra y activistas en una protesta en contra de la explotación animal durante la temporada de Pascua en Eslovenia (2019).

El inicio de su activismo

Ella quería hacer algo más que solo dejar de comer carne, es por eso que decidió conectar con la sociedad vegana de Eslovenia. Iban a repartir folletos, y para ella, eso era mucho, pues no se considera una persona tan extrovertida, sin embargo, siempre se quedaba con ganas de hacer algo más. 

Por cuestiones del doctorado que estaba haciendo en Eslovenia, se fue de intercambio a Australia. Ahí fue el estreno de un documental llamado “Dominion”, en el cual se muestra con videos reales, la crueldad con la que son asesinados los animales para su consumo en distintas industrias.

Nunca se había atrevido a ver videos de lo que pasaba en un matadero, incluso en la conferencia de Gary Yourofsky que vio cuando se hizo vegana, omitía las partes en las que había crueldad animal explícita.

Al evento del estreno de este documental asistió el activista vegano James Aspey, y antes del documental, dio una plática de las razones de su activismo activismo; él explicó una analogía que hizo que Alejandra diera el siguiente paso: 

“Si tú vas caminando en la calle y ves que alguien golpea a un perro, tienes tres opciones: unírtele (eso sería seguir consumiendo productos de origen animal), pasarte sin hacer nada (eso sería hacerte vegano) o podrías hacer un escándalo y hacer lo posible para que no le peguen a ese perrito (eso sería hacer activismo)”, explica.

Su primera vigilia en Australia 

La primera vigilia fue la más impactante, ya que nunca había convivido con cerditos. Verlos de cerca, enterarse de que el gas con el que los matan los quema de adentro hacia afuera y escuchar sus gritos, la hizo consciente de que tenía que visibilizar la situación.

“Pensé, si tomo un video de esto, igual y a alguien le llega a impactar. No se trata de forzar mi opinión, pero necesito que la gente vea esto porque a mí me hubiera gustado ser consciente y hacerme vegana mucho antes”. 

Ella recuerda que en esa primera vigilia tomaron un minuto de silencio por los cerditos, y pudo escuchar sus gritos, los cuales, según cuenta, son muy similares a los de los seres humanos. Éste ha sido uno de los momentos mas fuertes que ha vivido.

Otro suceso impactante que viene a su mente es cuando vio a los animales entrar a la granja: «Recuerdo que llegó un camión que tenía dos partes, en una parte veían 10 cerditas que eran las mamás de los cerditos chiquitos que venían atrás (…) ver cómo ellos querían acercarse a sus mamás y no podían, fue muy fuerte para mí».

Una vigilia implica ir a los mataderos a crear consciencia sobre las condiciones de los animales y la crueldad con la que les quitan la vida. Aunque hay varias formas de hacer vigilia, Alejandra se enfoca en grabar y tomar fotografías para mostrar lo que está pasando en esos lugares.

También comenta que hay activistas que van a vigilias para conectar con los animales, y recargar energías para seguir luchando. Durante éstas tratan de honrar a los animales perderán la vida.

El impacto emocional de ir a vigilias

Si bien sus primeras vigilias fueron durante su intercambio estudiantil en Australia, cuando regresó a Eslovenia estaba totalmente decidida a seguir haciendo activismo, es por eso que, en cuatro años de veganismo, ha ido a más de 30 en países como Eslovenia, Holanda y Australia.

Alejandra asegura que es un desgaste emocional, pero llegó a la conclusión de que es mejor enfocarse en hacer activismo, en vez de conectar con los animales. Aunque hay ocasiones en las que no se siente emocionalmente preparada, aún así decide ir para protestar y documentar lo que sucede.

«Si hay que tener cierta fortaleza emocional, si no estás emocionalmente preparado o preparada, es un trauma muy fuerte (…) si me pongo a recordar, tengo perfectamente grabadas las caras de cada vaca, cerdito o pollito que he visto camino a un matadero», expresa.

Meat the victims: la vigilia en la que la detuvieron

Este tipo de activismo que comenzó en Australia y posteriormente se extendió a otros países consiste en entrar las granjas y, en primera, mostrar lo que está pasando; en segunda, preguntar si es posible rescatar a ciertos animales (dependiendo de los acuerdos que se lleguen con el dueño de la granja).

En 2019 Alejandra fue a un matadero en Boxtel, Holanda, con personas dispuestas a hacer este tipo de activismo: «Fuimos como 200 activistas, 100 entramos a una granja de cerdos y 100 se quedaron afuera (…) no es algo violento, tú entras para grabar y ver la posibilidad de salvar una vida, en general no suele pasar mucho, pero en esta ocasión el dueño de la granja nos encerró y no podíamos salir», relata.

Alejandra cuenta que la situación se fue agravando, ya que los granjeros de los alrededores comenzaron a atacar a los activistas que estaban afuera de la granja, y aunque la policía llegó y defendió a los manifestantes, los granjeros hicieron destrozos y dañaron algunos coches.

La policía terminó por sacar a los activistas que estaban dentro de la granja y fueron subidos a un camión con el pretexto de sacarlos del peligro; en realidad lo que hicieron fue llevarlos a una estación de policía para detenerlos.

Alejandra documentó el momento exacto en el que se los llevaban sin saber que serían arrestados (2019).

Para Alejandra esta ha sido una de las experiencias más fuertes: «Me encerraron con una chica activista que no conocía, en una cama individual, con una cobijita y estábamos muertas de frío. Había un baño ahí, sin ventanas, sin nada, y en una celda que pudo haber sido ocupada por alguien más, me estaban tratando como una delincuente por querer de ayudar», comenta.

Para ella esta situación fue muy traumática. Asegura que no se trata de sacar a los animales a la fuerza, únicamente se trata de acompañarlos, de darles amor, de documentar las condiciones en las que están y de demostrar que ellos también sienten dolor.

Ser una mujer vegana y libre: el contraste entre México y Eslovenia

Alejandra cuenta que hasta hace unos años se dio cuenta de que creció en un contexto en el que se sentía insegura. Tenía miedo de salir a ciertas horas o de vestirse de cierta forma; esta es una de las razones por las que decidió quedarse en Eslovenia, porque se siente libre:

«Sí extraño mucho a mi familia, pero cuando voy de visita a México no me siento segura. Estoy en mi casa y no puedo viajar como viajo aquí, no puedo salir en la noche y visitar a mis amigos. Hay acoso en la calle, comentarios lascivos».

Sin embargo, también acepta que cuando va a México es muy sencillo comer vegano, ya que a diferencia de Eslovenia, la variedad de proteínas vegetales, frutas y verduras es inmensa; las comidas veganas con las que se alimenta están basadas en productos con lentejas, frijoles, aguacate, chía, entro otros.

Comida vegana en una de sus visitas a la Ciudad de México (2018)

Aunque asegura que en México hay todos los recursos alimenticios para que las personas tengan una alimentación vegana, es consciente de que no todos tienen las mismas condiciones económicas y educativas. A pesar de esto, ella no pierde de vista la importancia de seguir visibilizando que los animales sufren, con el objetivo de que las personas tomen la decisión por sí mismas.

Si quieres saber sobre veganismo, pregúntale a un vegano

Al principio, cuando Alejandra veía todo el sufrimiento de los animales, tenía una sensación de molestia y enojo hacia ella misma por no darse cuenta antes de esta situación. Para ella lo más difícil fue aceptar que estaba equivocada y aceptar todo el dolor que había causado.

«Entiendo que mi situación no es la misma que la de los demás, yo me hice vegana estando en Eslovenia, pero tal vez estando en México hubiera sido diferente; dependiendo de en donde esté la persona y dependiendo de su cuestión económica. afecta a la decisión de ser o no vegana».

Alejandra opina que la comunidad vegana es como una gran familia que está unida por una misma causa, sin embargo, cuando se inicia en este camino, no es sencillo, hay muchas dudas respecto a que productos se pueden consumir o no, se tiene el estigma de que comer veganos es muy caro, entre otras cosas.

Es por eso, que recomienda conectar con otros veganos en redes sociales, preguntar y no pasar a solas ese proceso. Asevera que el veganismo se trata de no lastimar a los animales dentro de las posibilidades de cada persona, sin flagelarse, pues se vale intentar y dejar de consumir por lo menos algún producto de origen animal para no seguir contribuyendo a la industria.

 

Autor: Carolina Argueta

Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM en la opción terminal de Producción Audiovisual. Feminista, amante de la música, el cine y la fotografía. Busco generar a mi alrededor sensibilidad hacia el arte y su labor dentro del feminismo. Mi objetivo es conectar con historias de actualidad, con mujeres artistas, activistas de distintas áreas y temas de medio ambiente.

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