Texto: Carolina Argueta y Aranza Bustamante
Foto de portada: David González Pulido
“Desde el principio de mi carrera me di cuenta que las mujeres éramos invisibles (…). Creí que podíamos cambiar las cosas más rápido en ese momento, pero esto va para largo porque son problemas sociales muy profundos (…). Hay que pintarrajear los monumentos y cerrar las facultades y hacer todas esas cosas porque no ha habido resultados”.
El arte fue una constante en su vida. Su mamá fue pintora y estudió en La Esmeralda mientras Mónica aún se gestaba en su vientre. Nació en la Ciudad de México en 1954 y creció rodeada de artistas que eran amigos y amigas de su mamá, es por ello que su interés por el arte se manifestó en ella desde temprana edad.
Su preparación académica y experimentación artística, le han permitido convertirse en una artista multidisciplinaria cuyos performances, libros y obras en general, están hechos desde su mirada feminista que ha ido cambiando y evolucionando durante su trayectoria.
El inicio de su carrera artística: sus primeros cuestionamientos como mujer, estudiante y artista
“En una ocasión se había cerrado la escuela para hacer un cambio de planes de estudio y demás. Entramos un día al baño de mujeres y había un letrero que decía ‘Compañeras, haced el amor, mantener a los compañeros en pie de lucha’. Nosotras estábamos participando igual y me pregunté, ¿qué es lo que esperan, que les mantengamos los pinceles limpios y las camas calientes?”, recuerda Mónica con una expresión de enojo.
Sus primeros cuestionamientos como mujer y artista surgieron de la invisibilización de las mujeres en los movimientos estudiantiles, así como de los comentarios y situaciones machistas que vivió durante su juventud por parte de sus propios compañeros de la universidad.
Decidió estudiar en la Antigua Academia de San Carlos, esta decisión fue para bien, pues a pesar de los problemas con los que se encontró dentro de la institución, ahí conoció a Victor Lerma, con quien comparte su vida desde entonces.
¿Vivir del arte?
Mónica reconoce que viene de una situación privilegiada, pues siempre contó con el respaldo y apoyo de sus padres para estudiar. Sin embargo, no omite que las condiciones de clase y raza, influyen en el desarrollo profesional de cualquier artista, ya que, comenta que muchos de sus compañeros y compañeras en la escuela de arte, no se encontraron en la misma situación que ella y tuvieron que desertar.
Desde el inicio de su carrera, ella supo que no podría vivir del arte, no era su intención ni la de la generación en la que creció. Esa situación no ha cambiado, pues está consciente de que en México más de la mitad de la población vive en pobreza extrema: “Es hacerse ilusiones falsas porque ni en los países del primer mundo, los artistas viven de su trabajo”, afirma.
Su objetivo al hacer arte nació en el momento en el que se dio cuenta de que las mujeres eran invisibles en este sector. En una ocasión, mientras estaba en una conferencia en su universidad, escuchó que sus compañeros dijeron que las mujeres eran menos creativas cuando se convertían en madres.
Es por ello, que la principal motivación para Mónica en su juventud para iniciarse como artista, no fue la aspiración de vivir del arte, sino el gran reto que implicaba cambiar su contexto sociocultural para que la capacidad creativa de las mujeres artistas no fuera cuestionada. “Me di cuenta de que teníamos que cambiar el sistema si queríamos ser visibles como mujeres artistas. Eso fue un reto, sigue siendo un reto a la fecha”, recuerda.
El feminismo en su vida
La primera vez que escuchó hablar de feminismo, iba en la preparatoria; le comentaron que el trabajo de las mujeres no era remunerado de la misma manera que el de los hombres. A sus 16 años Mónica no enfrentaba un problema de este tipo, por lo que no le fue muy relevante la discusión, sin embargo, una prima en Inglaterra solía mandarle la revista feminista “Spare Rib” y eso le ayudó a empaparse más del tema.
En 1975 fue el año internacional de la mujer en México y Mónica asistió a un coloquio de Carla Stellweg en el que se reunieron antropólogas, críticas y artistas a hablar de género y arte. Este evento le abrió otra perspectiva, pues hubo una entrevista con Arlene Raven, Judy Chicago y otras feministas de Estados Unidos de la escuela de arte feminista. El tema le interesó tanto que decidió irse a estudiar allá.
Primero fue a un taller de dos semanas. Cuando terminó y regresó a México, Mónica decidió que quería ir al curso de dos años. Los años siguientes ella y Víctor estuvieron ahorrando y en ese lapso decidió entrar al Movimiento de Liberación de la Mujer junto Marta Lamas y Mireya Toto, así mismo, trabajó mucho con Ana Victoria Jiménez, Lourdes Arizpe, Silvia Pandolfi, entre otras.
A Mónica le tocó presenciar las primeras manifestaciones a favor del aborto libre y gratuito y en contra de la esterilización forzosa. Análogamente, se metió a un grupo de cine que inició Rosa Martha Fernández y mientras estuvo ahí, se encontró con situaciones de violencia que eran solapadas por la ley.

En una ocasión fue con el grupo de cine a visitar a un médico que recibía a mujeres violadas y él les argumentó que las violaciones no existían porque los músculos de las piernas se tensaban, lo que impedía que las abrieran: “Acababan de violar a una señora como de 65 años y de matar a su esposo y el doctor no era capaz de ver que su planteamiento era totalmente absurdo”.
Estas y otras anécdotas forman parte de las razones que la inspiraron a ser quien es. Ella cuenta que su militancia ha sido desde el arte, pues asegura que la reflexión va más allá de sólo conversar y trabajar en los profundos problemas socioculturales. «No nada más es cambiar las leyes y las cosas externas, sino cómo nos sentimos, cómo nos entendemos (…) es una lucha hacia nosotras mismas y luego hacia todo lo externo”, explica.
Aún queda un largo camino por recorrer
Aunque Mayer ya expuso en el MUAC (Museo Universitario Arte Contemporáneo), asegura con firmeza que las mujeres artistas siguen estando hasta atrás en museos de este tipo. Karen Cordero Reiman, quien fue la curadora de su exposición en el MUAC, coincide con ella en que en ese museo, casi no ha habido exposiciones individuales de mujeres artistas en salas principales.
La presencia de Mónica Mayer dentro del movimiento feminista y el mundo del arte, es el resultado del ejercicio constante de escribir sobre el trabajo de las mujeres, de publicar, organizar exposiciones, entre otras cosas. Aunque toda su trayectoria y la de otras mujeres artistas se ha regido por una militancia a través de la letra, la palabra y la acción, ella considera que no han logrado penetrar lo suficiente.
“Cuántas de nosotras vivimos de nuestro trabajo (…) yo medio empiezo a vender por dos exposiciones que hubo en Estados Unidos. Si tú ves las publicaciones de arte en México, a lo mejor estamos como pie de página. Lo que se ha ido publicando ha sido con un esfuerzo muy grande de investigadoras, de artistas, de dejarlas que entraran a los archivos, de entender que el conocimiento se construye”, comenta.
Escribir sobre arte feminista y abrir terreno en el tema, ha sido un trabajo persistente de mujeres investigadoras. Mayer menciona a algunas académicas como Araceli Barbosa, Gladys Villegas y Lorena Zamora, quienes mediante sus publicaciones, han construido, consolidado y respaldado el conocimiento para poder hablar de mujeres artistas desde la academia.
El arte no es entretenimiento, es un acto político
El movimiento feminista se hace cada vez más amplio. Hay más interés y nuevas iniciativas por parte del feminismo joven, sin embargo, Mónica está segura de que los eventos culturales y aportaciones artísticas feministas siguen siendo consideradas un acto de entretenimiento y no un acto de protesta.
Ella opina que es muy importante que se siga escribiendo y difundiendo el trabajo artístico y académico para que la historia del arte se reconozca como parte indispensable del movimiento: “Que lo hagan periodistas y que lo hagan las mismas artistas también porque nadie más lo va a hacer por nosotras”.
El MUAC
En el MUAC se presentó una pieza que se llama «Primero de diciembre» que es una de las primeras de la artista. La hizo cuando estudiaba en San Carlos en la ENAC y consta de unos pedazos de fotografías de la marcha del primero de diciembre de 1977, que fue la primera marcha feminista a la que asistió Mónica: “Yo le coso, le escribo, le pongo unas cortinitas, y según yo estaba espantosa (…) Yo la juzgo así como artista y la veo mal hecha”, comenta entre risas.

Sin embargo, la curadora de su exposición insistió en agregar esa pieza, pues la considera una obra que marca todos los caminos a los que la artista se ha expandido durante su trayectoria. Ese diálogo con la curadora fue enriquecedor, ya que la hizo replantearse el significado de su propia obra.
Una pieza de uso común: “El Tendedero”
Si bien la pieza “Primero de diciembre” le ha dado mucho reconocimiento durante su carrera, la que realmente considera taquillera, es la de “El Tendedero”, pues se ha ido construyendo con harto compromiso social:
«Me da algo nuevo cada vez, es muy interesante trabajar esa misma pieza con un grupo de mujeres en Estados Unidos, con una comunidad en Chiapas o con grupos de estudiantes que lo han retomado”, comparte. Para Mónica, el hecho de que esa pieza se haya hecho de uso común y que las mujeres la retomen y activen en diferentes espacios, es muy emocionante.
“El Tendedero” que Mónica creó en 1978 está basado en el grupo sesentero de feminismo al que ella pertenecía. La obra ha sido retomada en diversos lugares de México y el mundo. Su primer tendedero, la llevó a muchas conclusiones. Ella planteaba la pregunta: ¿Qué le molesta y qué detesta de la ciudad? Las respuestas más comunes eran que las mujeres detestaban el transporte público, la contaminación y Mónica les preguntaba: ¿No le molesta que le agarren la nalga? –Sí, me molesta mucho– le contestaban.
“En esos momentos ni siquiera hablábamos de acoso. Éramos 30 feministas y a duras penas nos dábamos abasto hablando de aborto y de violación. El acoso no era una temática de la que se hablara”. La finalidad de la pieza en un inicio era crear consciencia en ese momento. En la actualidad, «El Tendedero» se utiliza por aquellas que ya tienen consciencia respecto al tema.

Cuando agregó esta pieza en su exposición en el MUAC, se le ocurrió que las mujeres participaran en la obra y así romper una barrera entre el público y ella, pues ha llegado a la conclusión de que a la personas le gusta compartir sus historias y leer las de los demás: “Es una manera en la que creamos consciencia y nos identificamos».
En 2015 un grupo de artistas y activistas en Colombia retomaron la obra e hicieron preguntas más directas y puntuales: “Me llamó mucho la atención la pregunta de: ‘¿Cuándo fue tu primer acoso?’ Puse que a los 8 años y aunque yo llevo 35 años de feminista, me sorprendió muchísimo ver a tantas mujeres que habían sido acosadas tan jóvenes”, explica.
Para la artista, los tendederos han sido una forma de adquirir consciencia sobre la situación También, se ha dado cuenta de que al pasar de los años, los planteamientos de las mujeres son cada vez más duros y profundos: “Es muy triste porque el año pasado hicimos uno en Cuernavaca que decía: ‘¿Conoces a una mujer que hayan secuestrado, que haya desaparecido o que hayan asesinado?’ Y lamentablemente, había muchas respuestas que decían que sí.
Sobre la serie «Nuestra Señora» y otras estrategias artísticas para penetrar en el patriarcado
Cuando Mónica estaba en Estados Unidos y llegaba a casa de sus amigas feministas, notaba que tenían sus altares a las diosas. “Era el rollo setentero en el que las diosas éramos las mujeres”. Ella comenta que sus amigas tenían siempre a la Virgen de Guadalupe y era algo que no le cuadraba: “Pero cómo, para mí la imagen de la Virgen de Guadalupe -que andaba yo muy radical en ese momento- era como la imagen de todo lo que quiero evitar; era la madre abnegada que se embaraza de sorpresa de quién sabe qué espíritu santo. A mí se me hacía una violación”.

Ella estaba en una etapa de mucho enojo, en esa época “maravillosa” que surge al principio del feminismo, que es cuando las mujeres se dan cuenta de todas las situaciones que afectan y atraviesan sus vidas.
La serie de dibujos de “Nuestra Señora” surge con el argumento de que encasillar a las mujeres en el rol de buena y de mala era igual de agresivo. Ella consideraba que era una violación al cuerpo de las mujeres y a su libertad sexual, por eso es que en su obra está la palabra ‘rape’, las cadenas y el falo: «La mujer va saliendo de forma fálica y al final ¡tarán, como súper heroína sale del patriarcado!”.
La censura de la pieza en el Instituto Anglomexicano de Cultura le llamó la atención aunque asegura que no suele engancharse con esas situaciones. Ella quiso hablar con las personas que la censuraron para conocer su motivos: “Hablé con las mamás porque se habían ofendido, porque era una escuela y sus niños habían visto eso (…) me dijeron: ‘no estamos en contra de tu idea, eso nos parece muy bien, pero usaste el símbolo’ y caí en cuenta de que como artistas, los símbolos son nuestro material de trabajo».
Esa situación, llevó a Mónica a una reflexión; podía optar por escandalizarse (que considera, es una herramienta necesaria y útil en muchas ocasiones) o experimentar más con el humor. Esta idea surge de la censura que recibió, pues considera en esos momentos, la situación en cuanto al feminismo era violenta y represiva. Por eso, decidió optar por otras estrategias como el dibujo y no usando «el símbolo» en específico.
Ser madre
Para Mónica, la maternidad ha sido «el acto más maravilloso y también el más difícil de su vida», cuenta que los hijos e hijas siguen creciendo y llega un momento en el que los roles cambian y ellos terminan llevando «la batuta». Siendo madre por decisión, reconoce que la maternidad debe ser deseada y hay que respetar a las mujeres que no quieren ser madres.
Su postura no sólo queda en palabras. Mónica ha seguido realizando actividades y obras respecto al tema. A partir del Taller de Activismo y Arte Feminista convocado por ella en 2012 se recopilaron diferentes experiencias e historias en torno a los estereotipos de la maternidad. Además de lo anterior, la artista publicó esta idea en un grupo de Facebook y tuvo una participación de más de 1200 personas.
La actividad culminó en un performance-manifestación llamado «Protesta del día después», que se realizó el día 11 de mayo del 2012. Consistió en un desfile performativo en el que las mujeres hicieron públicas sus historias mientras usaban panzas y delantales de manera simbólica.

El movimiento feminista actual
Mónica dice estar feliz con el movimiento actual porque «hay más mujeres y es mucho más diverso», así mismo, se abordan más problemáticas (además de las que ya se identificaban en su época). Está segura de que éste tiene más fuerza que hace una décadas, pues se conecta con un movimiento feminista internacional-latinoamericano.
Mónica afirma que uno de los principales retos del feminismo actual, es que al ser tan diverso las mujeres deben plantearse cómo se pondrán de acuerdo porque dentro de la lucha también influyen factores como la raza y la posición económica.
La cuestión que ella plantea es: ¿Cómo le vamos a hacer para, dentro de toda esta diversidad, ponernos de acuerdo para poder trabajar? A pesar de que opina que es una situación compleja, le entusiasma la cantidad de jóvenes que desde secundaria y preparatoria se van haciendo conscientes de la situación actual de la mujer.
La artista explica desde su experiencia que estas batallas son para toda la vida, que cuestan mucho trabajo, tiempo y esfuerzo, por ello, no hay que aplicar el «feministómetro» ni medir quien es más o menos feminista, ya que es un proceso interno: “Tenemos que tener paciencia, resiliencia y resistencia porque nos faltan muchas cosas por cambiar. Cada quien tiene su proceso, hay que entender las posturas de cada quien y no paralizarnos”, explica.
La pandemia
Ella se define como una «mujer angustiada», que lleva el peso del mundo en sus hombros, es por eso que le preocupa el impacto de la pandemia en la vida de las mujeres. “Es una carga de angustia, de responsabilidad, de trabajo, de violencia doméstica que es muy difícil de llevar (…), el feminicidio ha incrementado. Es una situación muy dura”, comparte.
Desde casa, Mónica y Víctor han seguido con su trabajo artístico, conviven, arreglan su jardín y sus hijos les visitan cada semana para llevarles víveres. La forma en la que ella ha sobrellevado el encierro ha sido mediante dibujos que hace, los cuales, le permiten tener su propio proceso.
Mónica reconoce que su situación durante la pandemia es privilegiada, pero no puede dejar de angustiarse por los problemas que la pandemia ha traído a otras mujeres: la carga del trabajo doméstico, el cuidado de hijos e hijas, la violencia intrafamiliar y otras situaciones que se han acrecentado con el confinamiento. El compromiso de la artista la obliga a ver, escuchar y crear nuevas discusiones al respecto de la lucha de las mujeres, antes, durante y después de la pandemia.