Texto: Carolina Argueta y Aranza Bustamante
Fotos: Cortesía de Sonia Gadez
Sonia Gadez es fotógrafa, artista, comunicóloga y emprendedora. Aunque se inició en el bordado hace apenas unos años, éste siempre fue parte de su vida, pues su madre era costurera y su abuela bordadora. Ambas fallecieron hace unos años, pero Sonia se ha podido acercar a ellas a través de sus piezas de fotografía textil.

Creció en la delegación Iztacalco y casi toda su vida ha estado en el oriente de la ciudad. Vivió en el centro de la ciudad cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) en la UNAM y desde hace algunos años vive en Chalco, Estado de México, junto con su compañero y sus dos hijos: Luciana y Sandor.
Su acercamiento a la fotografía fue a los 20 años. Antes de estudiar FCPyS, ella siempre fue autodidacta; tomaba muchas fotografías en la calle y tuvo la oportunidad de registrar la Huelga de la UNAM en 1999. Sonia asegura que para iniciar en la fotografía callejera, el centro de la ciudad es el mejor escenario, ya que ahí conoció a muchos fotógrafos que le dieron consejos.
Ella quería estudiar fotografía en Veracruz, pero su mamá no estuvo de acuerdo, por ello, decidió estudiar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la UNAM. Sin embargo, su interés por la fotografía siempre estuvo presente; se compró una cámara y tomó un curso básico de fotografía. A partir de ahí siguió trabajando y desarrollándose en esa disciplina.
Sonia asegura que su gusto por la fotografía llegó hasta sus 20 años porque en su casa no habían cámaras: “me gusta mucho cuando doy talleres y la banda lleva fotografías de sus abuelas y bisabuelas porque es como un recorrido de generaciones atrás. Yo no podría hacer eso porque no era un hábito en mi familia”, comenta.
Después de un proceso de exploración en la fotografía, Sonia se dio cuenta de que no sólo le importaba hacer fotografía, sino el proceso de la imagen: le gusta lo artesanal de la fotografía, el revelado, las hojas de contacto y todo ese proceso orgánico.

Su especialización en la fotografía textil y en las joyas fotográficas
Sonia hacía registro fotográfico de teatro, de danza, de manifestaciones, y tenía becas gracias a eso, sin embargo, siempre necesitaba otras alternativas para solventar gastos. Esta situación la llevó a trabajar en la Dirección General de Televisión Educativa ilustrando programas para niños y adolescentes. Ahí se convirtió en investigadora de imágenes, ya que tenía acceso a archivos visuales y audiovisuales.
También trabajó en Editorial Expansión, ya que necesitaban una investigadora de imagen. Era un trabajo de seis meses, pero Sonia terminó quedándose ahí durante seis años: de ser investigadora de fotografía pasó a ser productora.
Cuando conoció a su compañero —como Sonia lo llama— y tuvo a su hija, decidió que no quería entregarle su tiempo y vida a una editorial: “los medios te absorben tanto que pierdes la noción del tiempo y trabajas todo el tiempo; siempre estás pensando en qué más podrías hacer”, asegura.

Al embarazarse de Luciana, replanteó por completo su vida, pues cuando ella era pequeña, su mamá trabajaba demasiado y Sonia quería vivir diferente su maternidad; esta situación, la orilló a preguntarse qué quería hacer, tanto laboralmente como personalmente, y así, decidió desarrollar en 2015 un proyecto propio: Luziérnaga Estudio cuyo nombre esta inspirado en la importancia de la luz y en su hija Luciana.
Comenzó a experimentar procesos con sus propias fotos y aunque lo textil como herramienta de expresión es muy antiguo, ella se ha percatado de que ha tenido un gran auge últimamente. Lo primero que hizo fue trabajar sus fotografías con resina; empezó a hacer joyas fotográficas, a encapsular la fotografía y posteriormente tomó un taller en el que aprendió a hacer transferencia de fotografía en distintos soportes.


“Cuando yo vi que la imagen en un papel bond la podías llevar a un textil, a una madera o a otros soportes, me pareció maravilloso y me gustó porque una de las cosas que siempre me detuvo en la fotografía fue el alto costo de producirme como artista”, menciona Sonia.
Sonia es zurda y siempre pensó que eso sería un impedimento para bordar, ya que su madre y abuela se lo decían. La primera imagen que transfirió fue en tela, por ello, se interesó y se reencontró con el bordado. Primero aprendió dos puntadas muy sencillas: el punto tallo y el nudo francés; para ella esto fue como un reencuentro con su madre y su abuela.
Cuando se inició en el bordado, compró hilos, telas, y empezó a ver videos; sus primeros acercamientos con las puntadas fueron mediante tutoriales de internet. En el camino, se dio cuenta de que hay materiales muy accesibles para hacer bordado y transferencia de fotografías.
Su primera maestra de bordado fue Amaranta de Nube, quien tiene un proyecto llamado Tejiendo nuestra identidad, en los que da cursos de bordado. La intención de Sonia al asistir a talleres nunca fue darlos ella misma, sino experimentar con su propia obra, sin embargo, al conocer más técnicas y aplicarlas, tuvo la oportunidad de dar talleres basados en su propia experiencia.

Sus temas favoritos
Aunque los temas que trabaja son variados, la mayoría de sus trabajos están influenciados por energía femenina. Su primer transferencia fue de Maud Wagner, la primera tatuadora femenina de la historia, ya que Sonia quería hacer una serie de mujeres trascendentes en determinadas épocas.
Otro de sus proyectos es Linajes del corazón, que son transferencias de su abuela, su madre y sus hijos: “ha sido como una cadena de lo que te conecta con tu linaje y la manera en la que tú trasciendes”, afirma Sonia. Para ella, bordar fotos de su abuela y su madre ha sido un proceso fuerte y sanador.
Actualmente dedica su tiempo a otros de sus trabajos: Mi cuerpo, mi casa, el cual consiste en tomar fotografías a otras mujeres que después serán bordadas. Su principal objetivo es confiar en la mirada de la otra; Sonia se encarga de retratarlas y ellas bordan su fotografía con la intención de que aprendan a mirarse a ellas mismas.
Sonia asegura que el proceso anterior es muy revelador, ya que se ha reencontrado y ha empatizado con otras mujeres respecto a cómo se sienten con ellas y con sus cuerpos. El proyecto nació en conjunto con Noemí Diamante, quien también es bordadora.

Vivir en el Estado de México ha influido mucho en sus temas de elección de fotografía, pues le inquieta mucho la situación de las mujeres que viven en la periferia: cómo la atraviesan, cómo la viven y cómo la sienten.
Por otro lado, los paisajes, la alimentación y la forma de vida en general es algo que le llama la atención debido a que considera que allá todo es más orgánico: “cuando llegamos a acá, Luciana, mi hija, me dijo: ‘huy, acá los paisajes son muy grandes, el cielo es muy grande’, lo cuál tiene mucho que ver con las texturas o la luz que hay en esta zona”, comparte Sonia.
Las experiencias más gratificantes que le ha dejado Luziérnaga Estudio
Lo más gratificante para ella, ha sido el acercamiento que ha tenido con otras personas; recibir mensajes de gente que se ha acercado a la fotografía inspirada en ella. Sonia confiesa que le gusta que la inviten a colaborar en otros proyectos, a dar talleres o a hacer piezas en colaboración.
Las piezas que más le han gustado son las que generalmente se venden más rápido, pues le transmiten sensaciones o recuerdos a quienes las compran. Lo que más le gusta de su trabajo es combinar y experimentar. Sonia asegura que más allá de utilizar cierta técnica o ciertos materiales, lo importante es el trabajo, el tiempo y la dedicación con la que se hace una pieza.

Lo que su trabajo le ha dejado a nivel profesional y a nivel de vida
Hace un año y medio, Sonia tomó la decisión de ya no trabajar para una empresa, sino para ella misma. A pesar de que un empleo formal es sinónimo de estabilidad financiera, se decidió por su proyecto personal y se propuso vivir de él.
Para ella, dar talleres ha sido muy importante, ya que compartir su conocimiento ha sido un proceso de aprendizaje y desaprendizaje: “cuando hago fotografías siempre termino aprendiendo cosas nuevas que podría hacer o mirar, y la mirada se me va ampliando porque cruzo miradas con otras personas”.
Sonia considera que es muy motivador que le paguen por hacer algo que le gusta, y aunque el dinero no le sobra, convive y se enriquece de otras personas. Ve crecer a sus hijos y convive con su compañero, por lo que ha aprendido a valorar más su tiempo y todo lo que tiene.
Ser madre
Ser madre fue un detonante para ella. Esta ha sido una de las etapas que más ha gozado, sufrido y en la que más ha aprendido: “en el parto creí que me iba a morir y cuando no morí y tuve a mi hija en los brazos, me di cuenta de la fortaleza de la que estamos hechas, de lo que podemos resistir, de lo que resistimos día a día”, explica con firmeza.
Aunque a veces ha querido renunciar a ser mamá, asegura que sus hijos son un motor muy fuerte y que sus miedos, angustias e inseguridades respecto a su entorno han aumentado, pero eso también ha sido una motivación, ya que los niños son su impulso para no decaer ante las adversidades.

Por el momento, Sonia da talleres a distancia en la delegación Gustavo A. Madero y está en un laboratorio de narrativas del Centro Cultural España, en donde aborda la comunicación desde un enfoque visual y audiovisual.
Ahora, con la pandemia, Sonia ha procurado estar en casa con su familia y salir únicamente para lo esencial. Aunque le ha gustado estar en casa, confiesa que extraña ir a sus talleres, a los bazares o a hacer la entrega de sus piezas, ya que considera que sus momentos a solas, sin sus hijos y sin su pareja, a veces son necesarios.
En esta cuarentena inició un huerto, el cual la ha motivado a ella y a su familia, también ha grabado cápsulas en las que participan sus hijos y su pareja musicalizando en vivo. Sonia cuenta que forjar una rutina ha sido complicado porque a veces no tiene ánimo para trabajar y sus procesos creativos han sido muy lentos.
Asegura que ser madre y artista independiente han sido procesos de mucha paciencia y más durante esta cuarentena, pues ha tenido que acomodar sus tiempos y trabajar de noche. El arte y la maternidad son procesos que Sonia ha vivido al mismo tiempo, y que le han dejado mucho aprendizaje y lecciones de vida.