Texto y fotos: Aranza Bustamante
Las rutinas de los niños y niñas han cambiado drásticamente desde que inició el confinamiento por la pandemia de Covid-19. Las clases por televisión no han sido una opción eficiente, por lo que los padres tratan de fungir como educadores. Aunque los niños están conscientes de las razones de permanecer en casa, hay días en los que se sienten tristes y anhelan poder salir otra vez.
Samantha tiene 5 años y desde el 20 de marzo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) suspendió las clases de educación básica, su rutina cambió por completo. Nathalie, su mamá, cuenta que dormirse y despertarse temprano ha sido complicado, pero el mayor problema al que se han enfrentado son las clases por televisión: a Samantha no le gustan porque, según dice, son largas y aburridas.
Antes de que comenzara el encierro por la pandemia, Samantha se levantaba a las 8 de la mañana. De las 9 AM a las 14:30 horas permanecía en la escuela y, saliendo, generalmente iba al parque. Por las tardes acompañaba a su abuela a sus clases de zumba y los fines de semana solía tomar clases de natación. Ahora con la cuarentena todo es diferente. Samantha extraña a sus amigos y maestra, y anhela poder ir a la escuela otra vez.
Las circunstancias en las que se encuentran los niños y niñas durante el encierro varían mucho. Por ello, Voces de Quimeras entrevistó a mamás solteras y a sus hijos e hijas, quienes, desde diferentes contextos, le hacen frente a la pandemia y se adaptan a nuevas rutinas ante estos días de cuarentena obligatoria.
El caso de Valeria de 8 años y Ángel de 12 años —ambos hermanos— es similar al de Samantha en cuanto a los cambios de tiempos. Antes de que se suspendieran las clases se levantaban temprano e iban a la escuela hasta las 16 horas. Ya tenían un horario de comida bien establecido, pues lo hacían en la escuela. Saliendo de sus clases tenían actividades deportivas: Ángel clases de básquetbol y Valeria clases de ballet.
“La rutina ahora es completamente diferente. En cuestión de horarios ha cambiado porque como no tienen la responsabilidad de levantarse temprano, se duermen más tarde o tardan más en realizar las actividades y no las realizan en un horario adecuado para ellos”, comenta Anaid, su mamá.
El uso de los aparatos electrónicos ha aumentado con el encierro, tanto en el caso de Samantha como en el caso de Ángel y Valeria, pero esto a la larga les ha afectado, pues hace que se distraigan con facilidad. Comúnmente los utilizan para resolver dudas de la tarea, para ver los videos que les dejan o para comunicarse con sus familiares.
Las clases por televisión tampoco son del agrado de Valeria y Ángel. Su mamá dice estar preocupada porque el confinamiento ha afectado su ánimo. Ahora, los hermanos se estresan con facilidad y extrañan incluso salir a la tienda; dicen querer regresar pronto a la escuela.


El Covid-19 y las escuelas
“Cuando fue confirmado el primer caso de coronavirus en México la sociedad no se imaginaba que llegaría a tal grado”, relata Nathalie. Las maestras en la escuela de su hija comenzaron a tomar medidas en la última semana que los niños asistieron. Esa semana los padres ya llevaban cubrebocas y en la entrada la directora le ofrecía gel antibacterial a los niños.
En la escuela de Ángel y Valeria los padres fueron quienes dejaron de llevar a sus hijos, ya que consideraban que en los salones había muy poco espacio para la cantidad de niños que eran. En la última semana de clases también se les dio gel antibacterial en la entrada y se les exhortó a lavarse las manos con frecuencia, pero hasta ese momento nadie usaba cubrebocas.
Ambas madres coinciden en que las escuelas les pidieron llenar un registro en el que indicaran que los niños no presentaban síntomas de Covid-19, pero no los revisaban. También se les compartió muy poca información sobre lo que era el coronavirus; los maestros respondían las dudas de los niños, pero ellos tampoco estaban bien informados sobre el tema.
La educación en casa: un nuevo reto
Las clases y las tareas por televisión que ha implementado la SEP no han resultado del agrado de muchos de los niños y niñas. Suprimir los contenidos que deberían aprender en un día de jornada escolar, a dos horas de clases, no ha sido sencillo. Hasta ahora hay un factor en común, según las entrevistas realizadas: la educación por televisión implementada en esta cuarentena no está funcionando eficazmente.
No se trata simplemente de que a los niños no les gusten las clases, sino que, en este caso, las madres de Samantha, Valeria y Ángel han notado una preocupación respecto a las clases por televisión: “lo pesado de las clases es que en la escuela verían más cosas en menos tiempo, pero ahora se tienen que aprender lo mismo de una lectura o un ejercicio, con un video de media hora y algunas preguntas que les dan a responder”, menciona Anaid.

Valeria cuenta que lo que menos le gusta de las clases es que sólo muestran videos y luego le dan a responder preguntas que debe anotar rápidamente (en ocasiones ni siquiera le da tiempo). Ángel explica que en vez de escribirlas ha optado por tomarles foto y también cuenta que considera que con las clases no ha aprendido nada, ya que los videos no explican bien los temas.
Además de las tareas que les dejan en las clases por televisión, ambos tienen que hacer las que sus maestros mandan al grupo de los padres por WhatsApp, lo que al final hace que terminen cumpliendo con una doble carga de tarea. Anaid dice que su mayor preocupación es no saber cómo enseñarle a sus hijos.
Nathalie y Samantha, por su parte, han optado por ver la repetición de las clases, pero se han enfocado más en resolver las tareas que su maestra ha enviado al grupo de WhatsApp de los padres, ya que le dijeron que con eso la evaluarían. Sin embargo, considera que la tarea que le dejan a Samantha es un poco avanzada para ella, ya que no terminó de ver ciertos temas en su escuela por la suspensión de clases.
Las facilidades no son las mismas para todos
Anaid mostró una preocupación por los niños y niñas que no tienen las mismas facilidades que Ángel y Valeria: “La maestra de Ángel intentó hacer videollamada ocupando una aplicación, pero no todos los niños tuvieron acceso a tomar las clases; no todos tenían un celular, tablet o computadora, entonces en el grupo de WhatsApp los papás dijeron que no se les hacía justo que la maestra diera una clase que se supone que es para 35 niños, sólo a 12 o 13”.
El maestro de Valeria desde el principio les dijo que no haría videollamadas porque sabe que no todos tienen los medios para hacerlo, únicamente mandó guías para que las resolvieran, pero hizo énfasis en que no quería que los padres cayeran en violencia o maltrato hacia los niños.
Además de acompañar a sus hijos en sus clases, Anaid comenta que desde hace algunas semanas en su trabajo la mandaron a hacer home office, por lo que además de ejercer su rol como madre y trabajadora, debe fungir el rol de educadora, así como miles de madres y padres de familia en esta cuarentena.
Cuando sus hijos están haciendo tarea debe dejar su trabajo para resolver las dudas que les surgen, y si no las puede responder, se pone a investigar. El trabajo que no logra hacer durante el día, lo hace por la noche, lo que le quita horas de sueño.
Los maestros de las actividades deportivas de Ángel y Valeria optaron por impartir sus clases mediante videollamada, pero los niños han tenido complicaciones por la falta de espacio en su departamento:
“Al tomar ballet en línea hay momentos en los que Valeria, por falta de espacio, no tiene dónde poner la computadora para que la maestra vea cómo hace los ejercicios. Respecto a las clases de básquet, aquí en el departamento no se puede botar la pelota y Ángel no puede hacer los mismos ejercicios con el balón porque dan tres pasos y ya pasaron la cocina”, menciona Anaid.


El aprendizaje es mutuo
El confinamiento ha dejado en evidencia las diferencias de contextos y carencias que tienen los niños y niñas. Sin embargo, también ha sido un momento en el que padres e hijos pueden tratar de conocerse y comprenderse. Nathalie considera que durante la cuarentena ha pasado por diferentes fases en su relación con Samantha. Al principio ambas se desesperaban al hacer tarea; ella se molestaba y Samantha lloraba, pero poco a poco han ido “agarrándole el chiste” y ahora se divierten y hacen bromas.
Anaid cree que una de las dificultades que ha tenido es que no conoce cómo trabajan sus hijos. Esta ha sido una dura oportunidad en la que poco a poco ha ido aprendiendo cómo desempeñan sus actividades. Aun así, cree que es importante tomar en cuenta que que no todos los niños tienen la posibilidad de recibir apoyo, ya que muchos tienen que salir a trabajar o simplemente hay padres que no están preocupados por la educación de sus hijos.
La importancia de escuchar a los niños en un contexto como este
Durante años se ha subestimado la capacidad de los niños y niñas para entender ciertas situaciones. Este momento de pandemia no es la excepción, sin embargo, Valeria, Ángel y Samantha saben por qué deben permanecer en casa:
“Si salgo me puedo contagiar de Covid-19”, comparte Valeria. “Tengo que estar en mi casa por la pandemia; sé que es un tipo de coronavirus que empezó en Wuhan, China, y se expandió por el mundo hasta que llegó a México”, cuenta Ángel. “Es una enfermedad que se contagia y por eso te tienes que quedar en casa”, dice Samantha.
A pesar de que saben las razones de estar en confinamiento, hay momentos en los que manifiestan estrés, tristeza y cambios de ánimo que vienen y van, dependiendo de los días. Mientras tanto, sus mamás se esfuerzan en que cumplan con sus actividades escolares y se sientan cómodos en sus casas.